Esta semana tuve el gusto de participar en el Foro Soria 21, una espléndida iniciativa de Amalio de Marichalar. La sorpresa de este foro fue que la directora de la división de población de las Naciones Unidas, la maltusiana Hania Zlotnik, señaló que en 2025 no llegaremos a los 8.000 millones de habitantes. El maltusianismo es como el río Guadiana aparece y desaparece. Las alarmantes proyecciones de Naciones Unidas de hace veinte años, afirmando que la población llegaría a más de 11.000 millones en el año 2005 no han sido confirmadas por los hechos. Hoy somos 6.500. En el año 2000, otra vez Naciones Unidas sacó la “bola de cristal” y afirmó que llegaríamos a 11.000 millones en el año en el 2050. Hoy sabemos que es muy probable que el planeta Tierra nunca llegará a los 9.000 millones. La fertilidad del mundo ha declinado considerablemente. La población mundial se estabiliza. El argumento maltusiano por excelencia para controlar el aumento de la población ha sido la insuficiencia en la producción de alimentos para nutrir a la población mundial. Esta perspectiva ha permanecido hasta nuestros días a pesar de que sus predicciones no se han cumplido.
Efectivamente, la evidencia empírica existente muestra que durante las cinco últimas décadas el crecimiento en la producción de alimentos ha sido superior al crecimiento de la población. Ello se ha debido a los avances en la agricultura que han permitido una mejor y más cuantiosa oferta de alimentos. Sin embargo, no parece que haya voluntad de acabar con el hambre. Lo dijo Amartya Sen, un economista, galardonado con el Premio Nóbel de Economía por sus estudios sobre el hambre, la población y la justicia social. Sen dice que los culpables del hambre son la corrupción, la falta de democracia, la falta de libertad de expresión y de información independiente, la guerra y las catástrofes naturales y no el crecimiento de la población.
En contra de lo que dicen los maltusianos los natalistas afirman que la fecundidad genera progreso técnico puede sorprender a algunos, pero eso es lo que se constata. No nos debe sorprender. Para que haya un gran tenista debe haber antes cien niños jugando al tenis y consecuentemente, padres que los tengan y que les animen a hacerlo. Lo mismo ocurre con los profesionales de la investigación y desarrollo. Los natalistas afirman que hay que crear cantera. Algunas evidencias empíricas, ofrecidas por los economistas Ehrlich y Lui, apoyan la tesis de que el envejecimiento de la población, hace disminuir a largo plazo la tasa de crecimiento de la economía, ya que un menor crecimiento de la población reduce el avance tecnológico, lo que produce una menor tasa de crecimiento económico. Así, por ejemplo, en los últimos 21 años, desde 1985 a 2006 Europa y Japón han retrasado notablemente su crecimiento y su productividad con respecto a EEUU. Ello se debe a que cuando una población envejece (el número de jóvenes empieza a decrecer), cae el progreso técnico. Japón y Europa muestran, con respecto a EEUU, las mismas caídas en fecundidad que en progreso técnico relativo. En cambio EEUU, que sigue siendo más juvenil es la primera potencia tecnológica del mundo. La nueva bandera de los maltusianos es que la excesiva población genera el calentamiento global debido al uso excesivo de combustibles fósiles. Este sábado escribiré sobre este tema.
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