En la primera vuelta, de las elecciones presidenciales brasileras, Lula (Partido de los Trabajadores) ha conseguido el 48,6% de los votos y Alckmin (PSDB-PFL, el partido de Enrique Cardoso), el 41,6%, muy por encima de lo pronosticado para el centro-derecha. La segunda vuelta (29 de octubre) abre, por tanto, la puerta a Alckmin, que hasta ahora lo tenía crudo, para ganar. La victoria de Alckmin sería bien acogido por los empresarios nacionales y extranjeros por presentar un perfil más neoliberal y más agresivo respecto a las reformas. Lula no ha obtenido mejor resultado porque le ha pasado factura los escándalos de corrupción. Y por el lado de la izquierda Lula también ha pagado el coste de su política económica ortodoxa. Si bien por el centro, la estabilidad macroeconómica que ha prevalecido en el país durante sus 4 años de mandato, le han dado y le van a dar un amplio respaldo que le va a complicar a Alckmin conseguir un resultado mejor al obtenido en primera vuelta. Las dos opciones están abiertas. La campaña para la segunda vuelta pondrá a prueba la capacidad que hasta ahora ha demostrado Lula para contentar a todos. La bolsa ha valorado positivamente el resultado del 1 de octubre subiendo, a la vez que el real brasileño se ha apreciado.
Tanto si gana Lula como si lo hace Alckmin, tendrán que hacer una reforma del gasto público (reducir el gasto de pensiones y aumentar el gasto social y en infraestructuras) para hacer sostenible las cuentas del Estado y mejorar la pobreza. La política económica deberá seguir en la misma línea pragmática que hasta ahora, tendrá que seguir reduciendo la deuda, para seguir mejorando su rating de riesgo-país. En política monetaria deberá seguir bajando los tipos de interés (ya en el 14,25%, pero todavía demasiado altos), pudiendo llegar en 2007 a mínimos históricos en términos reales. Esto permitiría dar un impulso al supernecesario crecimiento económico (situado por debajo del 3,5% para este año) muy lejos de la media del resto de los BRIC (Rusia, India y China) que está en torno al 8-9%. Cualquiera que sea el vencedor, el 29 de octubre, deberá obtener un crecimiento del PIB en torno al 5% para encarar las elecciones de 2010 con un mínimo de dignidad.
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