WP_Post Object ( [ID] => 3951 [post_author] => 115 [post_date] => 2006-10-10 12:04:27 [post_date_gmt] => 2006-10-10 11:04:27 [post_content] => Como señalo en un artículo titulado "Precursor de la ortodoxia" publicado el el diario Expansión de hoy Edmund Phelps y Milton Friedman (Premios Nóbeles de Economía en 2006 y 1976 respectivamente) demostraron en la década del sesenta que la llamada curva de Phillips (que representa la existencia de una relación estable y negativa, entre la inflación y el desempleo) no funcionaba. Al cuestionar la curva de Phillips, Friedman y Phelps distinguieron entre inflación anticipada y no anticipada. Según estos dos autores, la tasa de paro disminuye solo si la expansión fiscal o monetaria se realiza por sorpresa, es decir ocasiona una inflación no esperada. Sin embargo, este aumento en el empleo es a corto plazo. En el largo plazo la economía tiende a moverse en torno a la tasa natural de desempleo (TND), es decir, en el nivel de paro estructural que es independiente del nivel de inflación. De ello se sigue que una política que intente reducir la tasa de paro por debajo de la TND solo producirá, a largo plazo, altas tasas de inflación sin modificar la tasa de desempleo. ¿Por qué? Por el efecto de las expectativas. Según Phelps los viejos modelos económicos se basan en el comportamiento pasado de consumidores y empresas. Pero a menos que incorporen expectativas esos modelos son inútiles para asesorar cambios en la política económica. Cuando los gobiernos cambian sus políticas, los agentes interpretan esos cambios y actúan en base a la experiencia pasada, por eso y debido al aprendizaje de los agentes adquirido en el pasado, la respuesta de la economía a una nueva política podrá ser diferente a las que los gobiernos esperan o quieren conseguir. Aunque este principio es bastante general, los ejemplos más conocidos se refieren a políticas monetarias y fiscales. Hasta los 70 los gobiernos pensaron que podrían obtener un desempleo menor con un poco más de inflación. Este concepto fue desechado, tal como hemos visto por Friedman, y Phelps. Aplicando expectativas racionales, Robert Lucas (ganador del premio Nóbel de economía de 1995) dio un paso más: las expectativas racionales. Para reducir la inflación, los gobiernos tienen que anunciar un objetivo monetario estricto y cumplirlo. A la vista de esta creíble y dura política, trabajadores, consumidores y empresas esperarán una inflación más baja, moderarán tanto sus demandas salariales como las subidas de precios, y la baja inflación reducirá el coste y precio de los productos y del trabajo, aumentando el empleo. Bebiendo en esta misma línea de pensamiento, iniciada por Phelps, Finn Kydland y Edward Prescott (Premios Nóbel de Economía en 2004) conciben también la política económica como un juego en el que el público no se deja engañar sistemáticamente por el Gobierno y toma en consideración tanto las acciones de política presentes como las esperadas en el futuro. Así si un gobierno carece de credibilidad, su política económica será ineficiente, ya que, los agentes económicos (empresarios y sindicatos) cambiarán sus comportamientos y actuarán conforme a la política económica que esperan que haga el Gobierno y no en cuanto a la que hace o dice que hace. A Phelps también le han dado el Nóbel por demostrar que la inversión en capital humano es un componente fundamental del crecimiento económico. Los individuos altamente cualificados que han superado largos períodos de escolarización, son los que realizan la inmensa mayoría de las innovaciones. En este sentido es pionero de la “nueva teoría del crecimiento”, con modelos de crecimiento endógeno: la política económica puede influir en la tasa de progreso técnico y los dos factores que más pueden favorecer la productividad global de la economía son los incrementos de capital humano y tecnología. Por último, Phelps es un precursor de la política económica ortodoxa. Nos dice que el único camino para conseguir un crecimiento económico alto y estable es a través de la estabilidad de precios. Que tomen nota nuestros políticos. [post_title] => Phelps: La estabilidad macroeconómica [post_excerpt] => [post_status] => publish [comment_status] => open [ping_status] => closed [post_password] => [post_name] => phelps_la_estab [to_ping] => [pinged] => [post_modified] => 2006-10-10 12:04:27 [post_modified_gmt] => 2006-10-10 11:04:27 [post_content_filtered] => [post_parent] => 0 [guid] => https://economy.blogs.ie.edu/archives/2006/10/phelps_la_estab.php [menu_order] => 0 [post_type] => post [post_mime_type] => [comment_count] => 3 [filter] => raw )
Como señalo en un artículo titulado «Precursor de la ortodoxia» publicado el el diario Expansión de hoy Edmund Phelps y Milton Friedman (Premios Nóbeles de Economía en 2006 y 1976 respectivamente) demostraron en la década del sesenta que la llamada curva de Phillips (que representa la existencia de una relación estable y negativa, entre la inflación y el desempleo) no funcionaba. Al cuestionar la curva de Phillips, Friedman y Phelps distinguieron entre inflación anticipada y no anticipada. Según estos dos autores, la tasa de paro disminuye solo si la expansión fiscal o monetaria se realiza por sorpresa, es decir ocasiona una inflación no esperada. Sin embargo, este aumento en el empleo es a corto plazo. En el largo plazo la economía tiende a moverse en torno a la tasa natural de desempleo (TND), es decir, en el nivel de paro estructural que es independiente del nivel de inflación. De ello se sigue que una política que intente reducir la tasa de paro por debajo de la TND solo producirá, a largo plazo, altas tasas de inflación sin modificar la tasa de desempleo. ¿Por qué? Por el efecto de las expectativas.
Según Phelps los viejos modelos económicos se basan en el comportamiento pasado de consumidores y empresas. Pero a menos que incorporen expectativas esos modelos son inútiles para asesorar cambios en la política económica. Cuando los gobiernos cambian sus políticas, los agentes interpretan esos cambios y actúan en base a la experiencia pasada, por eso y debido al aprendizaje de los agentes adquirido en el pasado, la respuesta de la economía a una nueva política podrá ser diferente a las que los gobiernos esperan o quieren conseguir. Aunque este principio es bastante general, los ejemplos más conocidos se refieren a políticas monetarias y fiscales. Hasta los 70 los gobiernos pensaron que podrían obtener un desempleo menor con un poco más de inflación. Este concepto fue desechado, tal como hemos visto por Friedman, y Phelps. Aplicando expectativas racionales, Robert Lucas (ganador del premio Nóbel de economía de 1995) dio un paso más: las expectativas racionales. Para reducir la inflación, los gobiernos tienen que anunciar un objetivo monetario estricto y cumplirlo. A la vista de esta creíble y dura política, trabajadores, consumidores y empresas esperarán una inflación más baja, moderarán tanto sus demandas salariales como las subidas de precios, y la baja inflación reducirá el coste y precio de los productos y del trabajo, aumentando el empleo. Bebiendo en esta misma línea de pensamiento, iniciada por Phelps, Finn Kydland y Edward Prescott (Premios Nóbel de Economía en 2004) conciben también la política económica como un juego en el que el público no se deja engañar sistemáticamente por el Gobierno y toma en consideración tanto las acciones de política presentes como las esperadas en el futuro. Así si un gobierno carece de credibilidad, su política económica será ineficiente, ya que, los agentes económicos (empresarios y sindicatos) cambiarán sus comportamientos y actuarán conforme a la política económica que esperan que haga el Gobierno y no en cuanto a la que hace o dice que hace.
A Phelps también le han dado el Nóbel por demostrar que la inversión en capital humano es un componente fundamental del crecimiento económico. Los individuos altamente cualificados que han superado largos períodos de escolarización, son los que realizan la inmensa mayoría de las innovaciones. En este sentido es pionero de la “nueva teoría del crecimiento”, con modelos de crecimiento endógeno: la política económica puede influir en la tasa de progreso técnico y los dos factores que más pueden favorecer la productividad global de la economía son los incrementos de capital humano y tecnología. Por último, Phelps es un precursor de la política económica ortodoxa. Nos dice que el único camino para conseguir un crecimiento económico alto y estable es a través de la estabilidad de precios. Que tomen nota nuestros políticos.
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