Tres informes periódicos aparecidos esta semana señalan un empeoramiento de la economía española: el ‘Doing Business’, que elabora el Banco Mundial, sobre la facilidad de crear empresas y que sitúa a España en el puesto 39 del ranking mundial, el informe de la OCDE (“Panorama sobre la Educación 2006”) que nos coloca en el lugar 29 (de un total de 33 países desarrollados) en rendimiento escolar durante la etapa obligatoria y el “World Economic Outlook” del FMI que rebaja el crecimiento de la economía española del 3,6% actual al 3% para el año 2007. Sin embargo, la economía española sigue siendo una de las más dinámicas de Europa. En situación tan favorable solo unos pocos se atreven a señalar que el “boom” de crecimiento y empleo podría terminar. Los políticos se complacen en la “benigna” situación actual sin dar importancia a los grandes desequilibrios que este fuerte crecimiento está generando.
La mayor inflación frente a los países con los que competimos y que está generando pérdidas de competitividad. El deflactor del PIB (que es una medida más amplia de la inflación, ya que recoge la evolución de los precios de todos los productos que se producen en España y excluye, por tanto, las importaciones) se situó, según el INE, en un 4% en la primera mitad de este año. De ahí que muchas empresas situadas en España estén deslocalizando su producción hacia plataformas de bajo coste (países emergentes). El desequilibrio externo es el fuerte déficit de la balanza por cuenta corriente que ya alcanzó un 7,4% del PIB en 2005 y que en el primer semestre de este año llegó al 8%. Son niveles que indican claramente que España pierde competitividad.
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