Desde marzo el precio del oro negro está repuntando, cotizando ayer miércoles a más de 71 dólares, más del doble del mínimo del año, (34$/barril). Como consecuencia están apareciendo opiniones sobre los efectos negativos que puede producir en la ya muy deteriorada economía mundial. Esta subida del precio del petróleo está siendo interpretada por algunos como una señal de que está gestándose una estanflación, ya que, por un lado, el aumento del precio de la energía y otras materias primas puede ahogar los pocos “brotes verdes” y dar al traste con las esperanzas de una recuperación, y por otro, puesto que la demanda está llamada a crecer, no podemos descartar nuevas subidas de las cotizaciones del crudo con consecuencias inflacionistas.
En este sentido, parece que el riesgo de deflación ha disminuido precisamente gracias al aumento de los costes energéticos, aunque también por la enorme liquidez generada por las políticas monetarias expansivas, las reducciones impositivas y el masivo gasto público. Se ha hecho tanto para evitar la depresión y la deflación que, a medio plazo, la inflación es casi inevitable. Sin embargo, en el corto plazo hay que descartar problemas inflacionistas: a nivel mundial, los excesos de capacidad productiva ociosa y el enorme desempleo hacen casi imposible que las empresas suban los precios o que los trabajadores consigan aumentos salariales.
En cuanto al crecimiento económico, a medio plazo (dentro de un año), se pueden producir dos fuerzas contrapuestas: por un lado un aumento del precio de las materias primas que podría ahogar el crecimiento económico y, por otro, se podría esperar que las políticas monetarias y fiscales expansivas, antes citadas, generen un crecimiento económico positivo. Si así fuera, dentro de un año, los países se podrían encontrar con dos escenarios distintos: el primero, que sería bastante probable, consistiría en crecimiento suave de la economía, pero con inflación; el segundo, que es mucho menos probable, sería de estanflación, una combinación de crecimiento cero o negativo en la actividad con inflación.
Cualquiera de estos dos escenario inflacionistas complicaría el trabajo de los bancos centrales ya que tendrían un dilema: por un lado deberían subir los tipos de interés y retirar la inmensa liquidez, generada en los últimos tiempos, con el fin de evitar la inflación, pero por otro si retiran esa liquidez y suben los tipos ahogarían el poco crecimiento que tendrían las economías.
Como continuación del post de ayer ¿Qué deberán hacer los bancos centrales?
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