Aunque la idea no es nueva, en las últimas semanas se viene hablando con insistencia de la posible creación de una OPEP del gas. Oficialmente, las autoridades de los países supuestamente interesados (Rusia, Argelia e Irán), desmienten la posibilidad, pero no dejan de lanzar globos sonda al respecto. La idea de replicar en el mercado gasista un cartel de productores con capacidad de influir en los precios de forma significativa, resulta bastante atractiva. El problema es que el mercado del gas se mueve en parámetros muy distintos a los del petróleo. Si en éste predominan los contratos de contado, en el del gas lo habitual es que los contratos y los precios se fijen a muy largo plazo. Pero la sola posibilidad de que se pudiera llevar a cabo, pone los pelos de punta a unas autoridades europeas cada vez más preocupadas por la dependencia energética del continente, sobre todo tras las recientes interrupciones del suministro de gas ruso motivadas por las disputas de Moscú con Ucrania y Bielorrusia en temas de precios.
Las razones que mueven a crear una organización de este tipo no son sólo estrictamente económicas. Cierto es que en un mercado cartelizado, la simple coordinación de la producción podría influir de forma significativa sobre los precios, pero las motivaciones de algunos de sus promotores van más allá. Irán, que con el 15% posee tras Rusia las segundas mayores reservas de gas del mundo, es quien hasta la fecha ha defendido la opción de forma más explícita, puesto que busca romper el aislamiento al que se está viendo sometido por el desarrollo de su programa nuclear. Ayer finalizó el plazo dado por el Consejo de Seguridad de la ONU para que desistiera de enriquecer uranio, por lo que el régimen de Teherán se enfrenta a unas más que probables sanciones por parte de la comunidad internacional y quien sabe si a un ataque militar.
Por su parte, Rusia intenta recuperar parte del protagonismo del que gozó hasta hace poco. En un mundo cada vez más multipolar, con China, India e incluso Brasil como potencias emergentes, Moscú (que cuenta con algo más del 26% de las reservas mundiales de gas), no se resigna a desempeñar un mero papel de suministrador energético y poco más. Putin es consciente del escaso peso político y económico que hoy en día tiene Rusia, pero también de la gran dependencia que tiene Europa de sus hidrocarburos. No en vano suministra el 25% del gas consumido en la Unión, porcentaje que se eleva al 44% en Alemania, al 63% en Austria o al 100% en Finlandia, por citar sólo algunos ejemplos. Por tanto, un papel de liderazgo en una futura OPEP del gas, le haría mucho más influyente a los ojos de los gobiernos europeos.
El tercer socio imprescindible sería Argelia. En este caso parece que no existe un explicito interés político (Argel ha contado con el firme apoyo de los gobiernos europeos durante su reciente guerra civil), pero si económico. Aunque sólo cuenta con poco más del 3% de las reservas y el 2,5% de la producción mundial, suministra el 10% del gas que llega a Europa, porcentaje que se verá incrementado en cuanto entre en funcionamiento el gaseoducto que conectará sus costas con las españolas. El resto de posibles interesados, (Libia, Qatar o Venezuela) también se moverían por intereses estrictamente económicos, aunque el comandante Chávez no quiera desaprovechar ninguna oportunidad para estar en un sarao que pueda ser contrario a los intereses de Washington.
Probablemente en abril, en una reunión que se celebrará en Qatar, se darán los primeros pasos para, como eufemísticamente dicen los interesados, coordinar las políticas de producción e inversión, es decir, para crear una especie de OPEP del gas. Eso, si antes no se han producido novedades en el conflicto nuclear iraní. La duda es si una organización de este tipo, podrá ser capaz de convertir el mercado del gas, en un mercado al estilo del petrolero.
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