Gracias a los recientes datos sobre la economía española que han venido siendo publicados en las últimas fechas, podemos afirmar que nos encontramos en uno de los momentos más dulces de nuestra historia económica. No sólo porque el crecimiento en 2006 se aceleró hasta el 3,9%, (la tasa más alta desde el año 2000 y la mejor de todas las economías del G-7), sino porque, en líneas generales, la composición de ese crecimiento ha sido algo más equilibrada que en años anteriores: se incrementó la inversión en bienes de equipo, se reactivaron las exportaciones y aumentó la productividad en un contexto de fuerte aumento del empleo (el año pasado se crearon casi 700.000 nuevos puestos de trabajo y el paro se redujo hasta el 8,3%, una tasa desconocida desde 1978). Además, gracias a la moderación en el precio de los carburantes, la inflación en febrero se ha reducido hasta el 2,5%, y como ya hemos comentado en este mismo blog, el superávit que obtuvieron las administraciones públicas el año pasado alcanzó el 1,8% del PIB.
Por otra parte, los pronósticos para 2007 son también bastante buenos. Las últimas previsiones sitúan el crecimiento del PIB en el 3,5%, una creación de otros casi 500.000 nuevos empleos (lo que reduciría el paro al 7,8% de la población activa) y, a pesar de la rebaja del impuesto sobre la renta y de sociedades, un superávit fiscal cifrado en un 1% que permitirá reducir la deuda pública hasta el 36,6% del PIB.
Pero aunque hay que reconocer que la situación y las perspectivas son muy buenas, no hay que olvidar que los desequilibrios de nuestra economía siguen estando muy presentes. La inflación, podría volver a repuntar, puesto que el petróleo ha vuelto a recuperar la banda de los 60 dólares/barril; y en cualquier caso, se mantendrá en niveles superiores a los del resto de nuestros socios europeos, lo que implicará que la competitividad siga deteriorándose y que el déficit exterior español siga siendo el mayor de las grandes economías del mundo. A pesar de que el aumento de las exportaciones ha reducido la contribución negativa del sector exterior al crecimiento, ese dato no debe de enmascarar la cruda realidad: en 2006, el déficit comercial ha vuelto a incrementarse, superando ya el 9% del PIB. Tampoco deberíamos olvidar que el Banco Central Europeo continuará subiendo los tipos de interés (el BBVA pronostica que pueden llegar hasta el 4,5% a finales de año), y que sus efectos sobre el encarecimiento de las hipotecas, empiezan a hacer mella en el bolsillo de muchas familias.
Frente al optimismo de nuestras autoridades económicas, hay quienes creen que la situación no es sostenible y que sólo estamos en la antesala de un amargo final, puesto que los desequilibrios que hemos venido acumulando en los últimos años acabarán pasándonos factura (lo que implicaría un duro y penoso proceso de ajuste). ¿Vosotros que pensáis?
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