Asistimos en las últimas semanas a una avalancha de malos datos sobre la coyuntura económica en España. Ayer el propio Solbes reconocía la posibilidad real de que entremos en recesión en los próximos trimestres. Sin duda, las dificultades coyunturales por las que atraviesa nuestra economía merecen los muchos titulares que ocupan. Ahora bien, conviene tener muy presente que los problemas que padecemos tienen raíces estructurales profundas. Si queremos recuperar una senda de crecimiento sostenido, hemos de encarar decididamente esos problemas.
En ese sentido, la educación se presenta como una cuestión clave. La OCDE publicaba ayer su estudio anual sobre la materia, titulado Education at a Glance. En este informe, cuyos datos corresponden al curso 2005-06, España aparece nuevamente en los últimos lugares entre los países desarrollados en la mayoría de indicadores. En nuestro país, una quinta parte de los jóvenes con edades comprendidas entre 15 y 19 años ha abandonado el sistema educativo, uno de los peores datos de la muestra. Además, sólo un 50% de la población de entre 25 y 64 años ha completado la secundaria, lo que supone casi 20 puntos menos que en la media de la OCDE. El dato es menos dramático entre las generaciones más jóvenes, ya que el 64% de los jóvenes de entre 25 y 34 años ha cursado y terminado secundaria, 14 puntos por debajo de la media de la OCDE para ese mismo tramo de edades.
Por otra parte, el porcentaje de alumnos que superan la enseñanza secundaria superior y de los que obtienen un título universitario se ha estancado en España en los últimos años (en ambos casos, nuestras cifras son inferiores a la media de los países de la OCDE). A esto habría que sumar los malos resultados que el alumnado español obtiene en los exámenes PISA, que nos sitúan de nuevo en el vagón de cola de los países más desarrollados.
Como dato positivo, señalar que contamos con un elevado porcentaje de población con estudios universitarios. Pero también esta realidad tiene una cara negativa. Nuestro país sufre una de las mayores tasas de sobrecualificación, es decir, un elevado porcentaje de las personas ocupadas desarrollan trabajos que requieren niveles de cualificación inferiores a sus estudios.
El diagnóstico es muy claro: nuestro sistema educativo sufre deficiencias graves, que deterioran progresivamente su calidad. Tenemos, además, un modelo demasiado rígido, muy alejado del que hoy aplican países líderes en la materia, como Finlandia, donde se apuesta por sistemas de aprendizaje a lo largo de toda la vida –un aspecto esencial de la educación en un mundo tan cambiante como el que vivimos en la era de la globalización y de las tecnologías de la información y la comunicación-. Es necesario hacer un replanteamiento global de la educación en España, que conduzca a reformas profundas en todas las etapas, tanto de la formación reglada o formal, como de la formación continua de los trabajadores. Un pacto de Estado, que otorgara estabilidad al nuevo modelo, contribuiría enormemente a situar la formación de capital humano en la base de un nuevo modelo competitivo para la economía española, más acorde a las exigencias de innovación, creatividad y diferenciación. que se derivan de la integración económica mundial.
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