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Mañana los griegos se enfrentan a un referéndum que determinará el futuro económico del país. En esta consulta se va a preguntar a los ciudadanos si aceptan o no las condiciones que piden las instituciones acreedoras (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI) para conceder al gobierno de Grecia un nuevo préstamo con el que poder hacer frente a sus elevados compromisos de pago. El resultado de la consulta es impredecible, así como sus consecuencias. Sin embargo, se puede afirmar que independientemente del resultado las negociaciones entre Grecia y sus prestamistas solo podrán continuar si se reconstruyen los puentes que se han ido destruyendo en las últimas semanas.  

Unas negociaciones que han sido demasiado largas y que han generado un elevado nivel de irritación con las instituciones incluidos todos los ministros de economía de la zona del euro que no son Varoufakis. Desde que Tsipras llegó al poder, hace seis meses, las relaciones con los acreedores se han ido tensando cada vez más hasta alcanzar un elevado nivel de deterioro. De ahí que un posible acuerdo esté cada vez más lejos y que los escenarios sean ahora mucho más inciertos.

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Todo esto está influyendo en que la situación de Grecia sea cada vez más dramática especialmente después de varios años de mala gestión económica que ha llevado al estado griego a un nivel de endeudamiento insostenible. Por ahora, el último acto de esta tragedia ha sido el impago de una deuda de más de 1.600 millones de euros que contrajo el gobierno griego con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Así, Grecia es ahora el país que más dinero debe al FMI y el único desarrollado que hasta ahora no ha hecho frente a sus compromisos de pago con esta institución.

En estos momentos la negociación se encuentra entre dos posibilidades: que el gobierno griego acepte las condiciones de la Comisión Europea y del BCE lo que significaría seguir formando parte de la Unión Económica y Monetaria (UEM) o bien rechazarlas y acabar, probablemente, fuera de la UEM. En cualquiera de los dos escenarios, o en otros que puedan plantearse, la confianza en la economía griega ha quedado seriamente perjudicada y en el caso de que Grecia se saliese del euro los inversores internacionales (ya sean institucionales o privados) tardarán muchos años en volver a prestarles dinero.

Condición indispensable: reformar

Desgraciadamente es un problema que a nadie pilla por sorpresa. Los seis meses que acumula Syriza al frente de Grecia los ha dedicado a negociar con los acreedores lo que ha paralizado la toma de decisiones sobre las urgentes medidas que necesita la economía griega para poder avanzar. Afortunadamente, la solución es bastante evidente: hacer las reformas estructurales. Es la única alternativa que le queda a Grecia para lograr que su economía sea viable y para que los acreedores tengan fe en el futuro del país. Además, si se aviene a realizar las reformas podrá conseguir una quita de una parte de su deuda pública, reducir los tipos de interés y alargar los plazos de devolución.

Antes de la implantación del euro, y del comienzo de la política monetaria única, existía la posibilidad de no hacer con profundidad ese tipo de reformas estructurales sustituyéndolas por la estrategia de devaluar la moneda. Algo que hicieron de forma habitual Grecia, España, Italia y Portugal. Los precios de esos países crecían casi siempre a mayor velocidad que los de los países centrales de Europa por lo que se producía una pérdida continua de la competitividad de sus productos en los mercados exteriores. Como entonces estos países tenían sus propias monedas (dracma, peseta, lira y escudo) podían acudir al recurso de la devaluación y así restablecían la competitividad que perdían por su mayor inflación.

Sin embargo, desde que se creó la UEM, la opción de devaluar la moneda ya no existe. La consecuencia es que se deben utilizar otras políticas económicas para evitar la mayor inflación y aumentar la competitividad: desregulación de los mercados, liberalización sectorial, flexibilización del mercado laboral, adelgazamiento del sector público, reforma de las pensiones, mejora de la formación profesional, potenciar el sistema científico y tecnológico, etc.  

Si la economía griega quiere salir adelante no tiene otra opción que hacer esas reformas. En definitiva, un conjunto de medidas que faciliten la recuperación de la competitividad, mayor crecimiento económico, más ingresos fiscales y un menor gasto público (por ejemplo, reducir el número de funcionarios) que permitan al gobierno heleno devolver con más facilidad las deudas que ha venido contrayendo y que se comprometió a pagar.

Resultado de la devaluación interna

Por supuesto que estos ajustes van a exigir sacrificios y son difíciles de asumir pero es una estrategia que en el futuro dará una rentabilidad en términos de recuperación económica, empleo y, finalmente, mayor bienestar social. Así ha sucedido, por ejemplo, en España y Alemania con sus correspondientes devaluaciones internas. Ambos países han conseguido competir, crecer y generar empleo.

Gracias a esa devaluación interna, la economía española lleva dos años creciendo a ritmos cada vez más rápidos.  En el segundo trimestre de este año registró su mayor expansión en ocho años siendo el país de la Eurozona que tiene mayor crecimiento económico. Un crecimiento que viene de la mano del aumento de la inversión, del consumo y de demanda externa. Las exportaciones de bienes y servicios llevan cuatro años creciendo y parece que la tendencia continúa. Así, esta semana se ha publicado que en los cuatro primeros meses de este año las exportaciones de bienes y servicios  aumentaron un 6,5% con respecto al mismo periodo del año pasado. Lo mismo está sucediendo con el consumo que sigue creciendo a ritmos espectaculares. Precisamente, el INE publicó esta semana que el Índice de Comercio al por Menor creció en mayo un 3,4% anual en términos desestacionalizados, estableciendo así el décimo dato positivo y consolidando una tendencia creciente desde agosto del año pasado.

Un mayor crecimiento económico que también se ha reflejado en el empleo. Efectivamente, los datos del jueves de la Seguridad Social señalan que en los últimos dos años hay en España 862.000 afiliados más y 643.000 parados registrados menos.

¿Efecto contagio? Difícilmente

Este buen comportamiento de la economía española también lo perciben los inversores. En la subasta de letras del Tesoro de esta semana se ha captado financiación a tipos de interés semejantes a los de la anterior subasta lo que indica que los mercados están descartando un posible contagio de los problemas de Grecia en España.

Así las cosas, esperemos que mañana los griegos tomen una decisión acertada y que las difíciles negociaciones que comienzan el lunes, entre su gobierno y los acreedores, despejen la actual situación de inestabilidad e incertidumbre. Porque la situación que atraviesa Grecia no es deseable para ningún país también porque está causando graves problemas de penuria económica y de tensión social en su población.

En Grecia sería deseable que se pueda llegar a una solución consensuada basada en el compromiso por parte de los acreedores de reestructurar la deuda y por parte del gobierno de aceptar políticas encaminadas a mejorar la competitividad de la economía: reducir costes, flexibilizar el mercado laboral para asignar mejor la mano de obra, alargar la edad de jubilación para que el sistema de pensiones sea sostenible, privatizar sus empresas públicas, reformar el sector de la energía eléctrica, etc. Todo ello facilitaría la negociación y permitiría un saneamiento y una mejora de la situación económica de Grecia.

En conclusión, la respuesta de los griegos a la pregunta del referéndum de mañana abre una nueva etapa en el futuro de Grecia que por ahora no sabemos ni cómo va a empezar ni tampoco como podrá acabar.

Fuente: Rafael Pampillón. “¿Aceptará Grecia las condiciones de los acreedores?“. Expansión, 4 de Julio de 2015.

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