Las primeras semanas del año constituyen un buen momento para perfilar las estrategias de inversión en el medio plazo, para lo que resulta imprescindible revisar los escenarios macroeconómicos, así como los riesgos y, por tanto, las posibles sorpresas que puedan impactar en las previsiones.
Un repaso a lo acontecido en el pasado más inmediato.
Cuatro años y medio después del inicio de la crisis, la situación económica mundial volvió a deteriorarse en los últimos meses de 2011, como consecuencia, principalmente, del agravamiento de la crisis soberana en Europa, el endurecimiento de las condiciones de acceso al crédito, la intensificación de las medidas de austeridad en la UEM y el enfriamiento del sector industrial global. Europa es la región más afectada: está atravesando ya una situación próxima a la recesión, que podría prolongarse durante el primer semestre de 2012, pero con fuertes divergencias entre países, destacando Alemania positivamente. Sin embargo, EEUU y el resto de principales economías emergentes conservan un ritmo razonablemente dinámico de crecimiento, sosteniendo el crecimiento mundial.
Por tanto, este empeoramiento de la actividad no ha sido generalizado (se concentró principalmente en Europa), ni especialmente severo. O, desde otro punto de vista, el deterioro de la economía mundial no supuso una ruptura del patrón de comportamiento de la recuperación económica (algo parecido ocurrió en 2010) y fue menos intenso al anticipado en el verano de 2011, cuando riesgos como la ruptura del euro o un impago de la economía americana amenazaron con devolvernos a un momento parecido al que se produjo después de la quiebra de Lehman Brothers.
No hay riesgos de recesión global
Por tanto, la primera idea es que sin nuevas sorpresas negativas no estamos cerca de una recesión global. Como se ve en el gráfico la recuperación de la economía mundial seguirá su curso tras la recesión más virulenta de los últimos años, con ritmos algo inferiores a los de 2011 (2,3% en 2012 frente a 2,7% de 2011), pero tampoco muy por debajo de la media de crecimiento mundial de la anterior etapa expansiva (2,9%).
Esta recuperación frágil y compleja, se está caracterizando por:
a) las fuertes desigualdades de crecimiento entre OCDE y emergentes;
b) los bajos ritmos de crecimiento potenciales en las economías maduras;
c) los fuertes niveles de endeudamiento público y privado en los países que experimentaron burbujas en el mercado de la vivienda;
d) por último, la elevada sensibilidad de la reactivación a “shocks” puntuales (financieros, geopolíticos, etc).
La política económica
En el medio plazo, no cabe esperar demasiados cambios en este patrón de comportamiento, la clave seguirá siendo cómo recuperar el crecimiento y reducir el endeudamiento público y privado. Y, para ello, se debe avanzar en recetas ya conocidas por todos:
a) reformas de oferta en países con bajo crecimiento potencial,
b) políticas de estímulo de la demanda en economías con fuertes superávits externos,
c) el mantenimiento de políticas monetarias expansivas en la OCDE,
d) ajustes fiscales adecuadamente dosificados para ir consolidando las cuentas públicas en países con elevados déficits estructurales.
De cómo se combinen y escalonen estas 4 medidas dependerá la rapidez en digerir los excesos del ciclo anterior.
Amenazas
En los próximos meses, las sorpresas negativas que pueden complicar el escenario son: riesgos geopolíticos que se trasladen al precio del petróleo y, por tanto, la inflación, una posible burbuja en el mercado de la vivienda en China y un empeoramiento de la crisis en la zona euro.
La crisis europea
En el caso de la crisis europea, los riesgos son todavía muy elevados. No es fácil reconstruir los cimientos de una unión monetaria que nació con defectos conocidos por todos, en medio de la más compleja crisis económica de las últimas décadas. Se puede intentar hacer virtud de la necesidad, pero cuando los mercados financieros están presionando todos los días, el riesgo estriba en ir por detrás de las expectativas de los inversores. Es cierto que se ha avanzado en el diseño de un nuevo marco fiscal que evite los desajustes que han originado la crisis, pero la mejora de la solvencia sólo puede venir de un retorno al crecimiento. Y, eso lo van a demandar los mercados antes de lo que pensamos.
Por tanto, va a ser muy importante que a través de una aceleración de las reformas estructurales, de una adecuación de los objetivos de déficit público a la coyuntura actual y de una mayor implicación del BCE en las compras de bonos europeos (además de bajadas del tipo de intervención hasta el 0,5%) vayan apareciendo señales de que tras un duro 2012, el crecimiento en la zona euro puede volver a territorio positivo en 2013. Si a lo anterior le añadimos más fortaleza del sistema financiero europeo a raíz de los nuevos requisitos establecidos por EBA para junio (9% de “core capital”), poco a poco podría ir abriéndose los mercados de financiación mayorista, condición necesaria para una recuperación de la financiación a la economía real.
Como ya anticipó el economista francés Jacques Rueff en 1949: “Europa se hará por la moneda o no se hará”. Y para preservarla, además de solucionar los problemas estructurales con los que nació (baja movilidad del capital humano, ausencia de política fiscal unificada, diferencias de competitividad, etc), en el corto plazo se debe romper el círculo vicioso entre ajuste, decrecimiento de la actividad, desempleo, deterioro de las cuentas públicas, falta de confianza en el sector financiero y distorsión en el funcionamiento de los mecanismos de transmisión de la política monetaria. La tarea no es fácil, pues como dice un buen amigo, este año el cisne gris pueden ser los errores de política económica. De hecho, tras dos años de prueba y error en la gestión de la crisis europea, siempre por detrás de los mercados, la verdadera sorpresa positiva que haría reconsiderar unas estrategias de inversión todavía muy marcadas por la desconfianza y la aversión al riesgo, sería una señal definitiva de que el euro sobrevivirá. Confiemos en ello.
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