Tarde o temprano, el daño medioambiental tendrá un impacto negativo en el sistema económico que lo ha causado y, de forma inevitable, habrá que pagar el coste. La eco-innovación ofrece la posibilidad de reducir este coste y/o de generar beneficios, públicos y privados, que lo compensen.
En términos públicos, la eco-innovación promete numerosos beneficios: puede ayudar a la sociedad a crecer y prosperar de una forma sostenible con el entorno; puede colaborar en el desarrollo de una economía más competitiva, más creativa y más innovadora; y puede contribuir a la creación de nuevos mercados, industrias y empleos. De hecho, diversos programas públicos a nivel internacional (como UNIDO en el ámbito de las Naciones Unidas, o la estrategia ‘Europa 2020’ y el ETAP en el ámbito de la Unión Europea, por citar sólo algunos ejemplos) han situado la promoción de la eco-innovación en el centro de sus estrategias políticas para lograr la compatibilidad del crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. En un contexto en el que muchas voces autorizadas apelan a la urgencia de cambios cualitativos en el actual modelo de crecimiento y desarrollo, a la necesidad de basarse en actividades de alto valor añadido y con un importante componente tecnológico, la eco-innovación puede generar un vector de dinamismo económico que contribuya a ese cambio.
No obstante, la implantación de la eco-innovación depende básicamente de los beneficios privados que reciba el innovador. El cambio de estrategia empresarial dependerá de la valoración que las compañías hagan de sus riesgos y beneficios potenciales. La eco-innovación puede ayudar a aumentar la capacidad competitiva de una empresa a través de diferentes vías: mejora de la operatividad y reducción de los costes provocados por una gestión de recursos ineficiente; reducción de los costes de control de la contaminación y de gestión de residuos; menor riesgo de incumplimiento de regulaciones medioambientales; la venta de la propia innovación y la creación de nuevos mercados o nuevos segmentos de mercado; mejora de la imagen y de la relación con los clientes, los proveedores, las autoridades y los empleados.
Por desgracia, las encuestas revelan que, a menudo, las valoraciones de las empresas sobre los costes o beneficios de sus actividades medioambientales no son lo suficientemente exhaustivas. Aún más, independientemente de su voluntad para llevarla a cabo, la capacidad de eco-innovación de una empresa está sometida a numerosas barreras internas y externas, y se encuentra condicionada por los sistemas de innovación sectoriales, nacionales e internacionales de los que depende. En términos generales, las empresas y las agencias de estadísticas tienen dificultades para calcular los beneficios de la eco-innovación, lo que ayuda a mantener aquella visión tradicional de que el medio ambiente es más una carga que una fuente de oportunidades.
Sin embargo, un estudio llevado a cabo en más de 1.500 empresas de todos los sectores manufactureros y de servicios de cinco países europeos reveló que la implantación de la innovación medioambiental más beneficiosa había hecho aumentar las ventas en un 16 por ciento de las empresas analizadas. Otra encuesta realizada a 40 empresas globales de Europa, Estados Unidos y Japón, cuyos negocios dependen en gran parte de la tecnología, concluyó que el 95 por ciento de las empresas participantes creían que la eco-innovación tenía el potencial necesario para generar valor añadido al negocio. Entre estas empresas que decían haber incorporado ya la sostenibilidad a sus negocios, el 60 por ciento informó sobre un incremento en la facturación y un 43 por ciento un aumento en sus resultados anuales gracias a la reducción de costes. Las empresas que todavía no habían incorporado la sostenibilidad también consideraban la eco-innovación como una fuente potencial de beneficios en términos de cuota de mercado, ingresos y márgenes de beneficios. Un estudio más reciente sobre 700 empresas alemanas muestra que la inversión en eficiencia en el uso de recursos resultó en un retorno medio de 200.000 € por empresa, siendo estos ahorros consecuencia de una inversión media inferior a 10.000 € en casi la mitad de las compañías estudiadas. De acuerdo con la Comisión Europea, alrededor del 75% de las empresas sufren la presión del precio de los recursos; más del 40% de las pequeñas y medianas empresas han logrado cambios mediante el uso de la eco-innovación.
De hecho, la eco-innovación se ofrece cada día más a las empresas como la panacea que resolverá los grandes retos de sostenibilidad y competitividad de hoy. Sin embargo, el prometedor concepto de eco-innovación se usa en contextos diversos y con connotaciones diferentes, lo que en ocasiones puede reducir su utilidad práctica. Uno de los principales mensajes de este libro es que, a pesar de que la eco-innovación cuenta con el interés general y con numerosas experiencias de éxito, nos encontramos al inicio de la curva de aprendizaje en esta materia. Su mejor comprensión ofrece abundantes oportunidades públicas y privadas, al tiempo que desafía las aproximaciones convencionales al desarrollo sostenible, requiriendo nuevas perspectivas y competencias a todos los actores implicados.
En nuestro nuevo libro desarrollamos un marco conceptual para definir con precisión la eco-innovación, caracterizar sus distintos tipos y llegar a las respectivas implicaciones para su gestión. Identificamos y describimos distintas dimensiones para el estudio de los procesos de innovación que se centran en cuestiones ambientales, desde las diferentes perspectivas del diseño, el usuario, el producto-servicio y la gobernanza. Cuando estas dimensiones se consideran conjuntamente, forman un marco integral aunque no exhaustivo para el análisis de la eco-innovación. Al final, el éxito de las eco-innovaciones para generar nuevas oportunidades de negocio y para contribuir a una sociedad cada vez más sostenible dependerá del juego entre esos distintos aspectos o dimensiones, así como del compromiso de los principales actores involucrados en el proceso. Por eso, esperamos que el marco ofrecido en este libro pueda operar como una herramienta práctica para la gestión de las eco-innovaciones.
Alcanzar los beneficios de la eco-innovación requiere alterar los criterios de diseño de producto, renegociar relaciones con los proveedores, desarrollar nuevas habilidades en los recursos humanos, cambiar la tecnología de la empresa y sus procesos productivos, y desarrollar nuevas relaciones con los clientes. Esta transición no es sencilla y requiere numerosos cambios dentro de las empresas. Exige la implicación directa y el compromiso de la dirección en la integración de la innovación y la sostenibilidad en la cultura de la organización. Exige la consideración explícita de los aspectos ambientales en los procesos de estrategia de negocio y de innovación. Exige una visión de largo plazo respecto a las potenciales necesidades de los consumidores en materia ambiental, así como sobre las futuras exigencias del resto de partes interesadas en nuestro negocio. Este proceso puede ser largo, lento, costoso y tal vez frustrante en el corto plazo. Tal vez no muchas empresas puedan permitirse liderar esta transición. Lo que parece evidente es que pocas podrán elegir mantenerse al margen de ella.
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