En estos momentos las empresas que tienen actividad en Cataluña se encuentran en una situación de incertidumbre motivada por las actuaciones separatistas que se están produciendo en Cataluña. Esta semana, en una turbulenta sesión el Parlamento de Cataluña ha aprobado una ley para hacer un referéndum secesionista desafiando al Gobierno de España y a la Constitución española.
Dejando aparte que una Cataluña independiente estaría peor económicamente, el propio proceso plebiscitario está generando una inestabilidad que ya está perjudicando considerablemente las expectativas económicas y de inversión de las empresas en la comunidad autónoma.
Si, además, la separación fuera real los efectos sobre la economía catalana podrían ser considerables. La economía de Cataluña se contraería y se produciría un colapso económico fundamentalmente porque una parte de las empresas radicadas allí se irían. La actividad empresarial no se mueve por sentimentalismos nacionalistas sino por motivos económicos y sociales, y desde el momento en que se hiciera efectiva la independencia las empresas catalanas tendrían que luchar para hacerse un hueco en los mercados internacionales.
¿Por qué esta situación de inferioridad de las empresas en un contexto de independencia? En primer lugar, porque la independencia supondría la salida automática de Cataluña de la Unión Europea (UE). Lo que significaría que la UE aplicaría inmediatamente un arancel a la importación de productos catalanes. Sería el mismo que soportan los países que no son miembros de la UE, como Turquía, Canadá o México. Además, Cataluña podría caer en la tentación de elevar barreras arancelarias para proteger a sus empresas de los productos extranjeros. En definitiva, las empresas catalanas verían como aumentan sus costes de importación de las materias primas y bienes intermedios que no se produzcan en Cataluña a la vez que disminuyen sus ingresos por exportaciones. La solución al problema está clara: trasladar la empresa fuera de Cataluña para continuar trabajando en un territorio que forme parte de la UE y de su mercado único. Además, el aumento de aranceles generaría una reducción del comercio internacional y una menor eficiencia económica. Todo ello disminuiría considerablemente las oportunidades de Cataluña de generar ventajas competitivas.
Dos grandes entidades financieras catalanas, CaixaBank y Banco Sabadell, ya tienen planes para trasladar su sede fuera de Cataluña. Si Cataluña se independiza se quedará fuera de la zona del euro y, por tanto, sus bancos no recibirían créditos del Banco Central Europeo, que además de ser baratos (tienen un tipo de interés del 0%) son el último recurso con el que cuentan las entidades de crédito para resolver situaciones de falta de liquidez.
Elevado déficit público
Esta situación de reducción de la producción de bienes y servicios debida a la deslocalización dificultaría la solvencia del sector público catalán y llevaría a un desequilibrio de las cuentas públicas. Primero, porque los ingresos se contraerían por la menor actividad económica que generaría la salida de las empresas lo que disminuiría las bases imponibles y como consecuencia la recaudación fiscal.
Y segundo, los gastos serían mayores. El Gobierno de Cataluña tendría que financiar la constitución del nuevo Estado y hacerse cargo de aquellas partidas que estaban aseguradas por el Estado español como las pensiones y los sueldos de los funcionarios (como la educación, el cuerpo diplomático, la sanidad y la defensa). Asimismo, debería continuar haciendo frente a los pagos del servicio de la deuda pública española que le correspondiese al menos durante algunos años. Años que formarían parte de un periodo clave para consolidar económicamente la independencia.
Por tanto, el resultado sería un grave déficit público catalán que no podría recurrir a la emisión de deuda para su financiación ya que la previsible desconfianza de los inversores en su devolución impediría a Cataluña acceder a los mercados internacionales.
Es difícil pensar que un país de reciente creación, pequeño comparado con los gigantes europeos y sin apoyo internacional sea merecedor de la confianza de los compradores de bonos que, en definitiva, puede destinar sus recursos a cualquier otro territorio con mejores expectativas. Crear un banco central catalán y emitir moneda sería imprescindible. Es decir, en un escenario de elevado déficit público, sin ayudas de la UE y sin posibilidad de que el Banco Central Europeo le compre su deuda lo más probable es que Cataluña desarrollase su propia moneda.
Pero para poder cubrir sus necesidades financieras tendería a emitir dinero de forma masiva con tendencia a que su divisa se depreciase lo que generaría importantes inconvenientes. En primer lugar, la inflación, por dos motivos: a) los precios de las importaciones, valorados en moneda catalana, aumentarían lo que incrementaría el nivel de precios de los bienes de consumo y b) crecerían los costes de producción de las empresas que necesiten comprar en el exterior, lo que reducirían sus márgenes de beneficio y elevarían sus precios de venta.
Segundo, mayores dificultades para hacer frente a las deudas expresadas en euros, que serían la mayoría y que después de la depreciación de su moneda serían mucho mayores en términos de la nueva moneda local.
Una forma de evitar estas indeseables consecuencias y el descontento social aparejado sería que Cataluña siguiera perteneciendo a la UE y tener el euro como divisa. Pero esto no es posible, una vez que te vas el proceso de adhesión a la UE está firmemente regulado y está sujeto a numerosos requisitos que podrían durar varios años.
En definitiva, las consecuencias de una Cataluña fuera del euro serían muy graves. A corto plazo el panorama se tornaría muy complicado: dificultad para pagar tanto la deuda privada como la pública, deslocalización del sistema financiero y parte del tejido productivo y como consecuencia elevado déficit público, recesión y desempleo. Por supuesto esto no sólo sería perjudicial para Cataluña sino también para España y toda la Unión Europea.
Fuente: Rafael Pampillón Olmedo. “El colapso económico de una Cataluña independiente”; Expansión; 8 de Septiembre, 2017, páginas 22 y 23.
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