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Cambio cualitativo en las previsiones del FMI

Aunque no se han caracterizado por un elevado grado de acierto en sus pronósticos en los últimos años, los informes semestrales del FMI constituyen una herramienta de análisis indispensable para valorar la situación de la coyuntura internacional. La complejidad que suponen los ejercicios de previsión económica se ha vuelto a poner de manifiesto en el último informe, al dar por finiquitadas las tres velocidades en los ritmos de crecimiento mundiales, sólo seis meses después de haber lanzado la idea. De esta manera, el FMI ha efectuado un importante cambio cualitativo en su percepción sobre la situación de la economía internacional. Desde Washington se piensa que la dinámica del crecimiento mundial está cambiando, pues los países emergentes habrían superado su máximo cíclico y estarían en fase de desaceleración, mientras están mejorando las perspectivas para las principales economías OCDE (EEUU, Japón y UEM). Aunque los emergentes seguirán creciendo más que los países avanzados (5,1% frente a 2%), este escenario implica nuevos desafíos de política económica.

Perspectivas de la economía mundial [1]

De hecho, la inestabilidad y volatilidad en los países en vías de desarrollo provocada por el anuncio de la FED de una próxima finalización del programa de compra de deuda, ha supuesto un mini “stress-test” de lo que puede venir en un futuro (salida de capitales de los emergentes con peor cuadro macro, depreciación de las divisas, etc). Además de la reducción de compras de activos por parte de la FED, otros riesgos del escenario central son: el efecto sobre el crecimiento de la fragmentación financiera en la zona euro, la necesidad de consolidación fiscal a medio plazo en EEUU o Japón y la necesidad de avanzar en las reformas de oferta en buena parte de la OCDE.

El riesgo es que el crecimiento mundial a medio plazo se sitúe más cerca del 3% que del 4%, algo especialmente preocupante para países como España que de momento sólo se puede decir que están tocando fondo. De hecho, la previsión de crecimiento para España (0,2% en 2014) es la más pesimista entre las mayores economías del mundo (Grecia y Portugal crecerán más en 2014), aunque se encuentra claramente por debajo del consenso actual de los analistas privados (+0,7%/0,8% en 2014). Por tanto, el FMI considera que la recuperación será lenta, con ritmos de avance muy moderados y no exenta de riesgos, entre los que destaca: (i) las dificultades de acceso al crédito para familias y empresas, y (ii) el debilitamiento de las exportaciones, derivado del menor dinamismo de las economías emergentes; un factor de vital importancia, dada la atonía que mantendrá la demanda interna, en pleno proceso de desapalancamiento privado y público. Por otro lado, con un crecimiento tan escaso, prevé que la tasa de paro apenas se reducirá en dos décimas el próximo año, hasta el 26,7% de la población activa, casi un punto más de lo que prevé el Gobierno (25,9%).

Aunque lo más preocupante es que el FMI pronostica un crecimiento de sólo un 1,2% para la economía española en 2018. En el lado positivo, el FMI augura que el PIB per cápita español volverá a crecer en 2014 (+0,4%) por primera vez desde 2007 y el superávit de balanza por cuenta corriente se elevará hasta el 2,6% en 2014 y el ¡6%! en 2018, aunque esta última cifra parece difícilmente compatible con una aportación positiva de la demanda nacional. En cuanto a las variables fiscales, ahora el FMI piensa que el techo de deuda en España se alcanzará en 2017 (105,5% del PIB) que, por otra parte, son niveles similares a la media de los países OCDE (105% del PIB); y que se cumplirá el objetivo de déficit en 2014 (5,8% del PIB), pero no en 2015 (5% frente al 4,2%), ni en 2016 (4% frente a 2%).

En materia de política económica, el FMI recomienda:

– Entre los viejos retos, destaca concluir el saneamiento de los sistemas financieros y finalizar el proyecto de unión bancaria, en el caso de UEM; o la implementación de planes de consolidación fiscal creíbles, en el caso de EEUU y Japón.
– En Japón y la UEM, señala la necesidad de aumentar el potencial de crecimiento, a través de reformas que acaben con la dualidad en el mercado laboral y que incrementen la competitividad en los mercados.
– En el caso de EEUU, considera clave que la Fed adapte su política monetaria a la evolución de las perspectivas de crecimiento, inflación y condiciones financieras; advierte que un endurecimiento excesivo tendría “difícil marcha atrás”.
– En cuanto a las economías emergentes, destaca la necesidad de adaptarse a la nueva situación de crecimiento potencial más bajo y ajuste cíclico. De esta manera, establece 5 prioridades comunes en materia de política económica: (i) mayor flexibilidad cambiaria, (ii) mejorar la credibilidad de los bancos centrales, (iii) establecer medidas macro-prudenciales que salvaguarden la estabilidad financiera, (iv) implementar planes de consolidación fiscal (cuando no suponga un fuerte deterioro del crecimiento), y (v) una nueva ronda de reformas estructurales (en este último, destaca el caso de China y la necesidad de un re-equilibrio del crecimiento desde la inversión hacia el consumo).