Las elecciones de mañana decidirán el próximo gobierno de Alemania. Tras una campaña electoral que ha estado plagada de banalidades, populismo y escaso debate político serio, Angela Merkel parte como favorita. Estas elecciones no han tenido la pasión y la confrontación de otras convocatorias, en parte porque la oposición socialista (SPD) ha estado totalmente desconcertada, y en parte porque se ha producido un cierto hartazgo de los electores con los discursos de los políticos. Las encuestas revelan que Angela Merkel, de la Democracia Cristiana (CDU), va a mantener su puesto, a no ser que ocurra algo verdaderamente excepcional, porque una amplia mayoría de alemanes, independientemente de su ideología, comparte que la actual canciller es la mejor preparada para dirigir el país en los próximos cuatro años.
Se une a ello que los últimos movimientos estratégicos de la canciller en materia social han dificultado todavía más un posible triunfo electoral del partido socialista. Así, antes del verano, Angela Merkel, junto con los comités de campaña del CDU y CSU (su partido hermano en Baviera), aprobó un aumento del gasto público, pero aseverando que a pesar de ello conseguiría mantener el actual equilibrio presupuestario. El plan aumentaba la generosidad en las ayudas sociales para las familias de rentas bajas y se introducía la política, también populista, de controlar los alquileres de las viviendas para hacerlas más asequibles. Todo un hurto del programa electoral de los socialistas. Y en la misma línea, tras el desastre atómico en Japón, tomó la decisión de adelantar el desmantelamiento de las centrales nucleares. Otro robo electoral, pero en este caso del programa de los verdes. Lo que demuestra por un lado quién es Angela Merkel y por otro el elevado grado de consenso en política social que existe entre los partidos políticos, que los hace capaces de caer fácilmente en la tentación del gasto populista, tanto más cuanto beneficia precisamente a un 85% de los electores.
La agenda 2010
Sin embargo, conviene recordar que la base del actual desarrollo económico alemán no tiene precisamente su origen en políticas populistas. Todo lo contrario. Se remonta a la Agenda 2010 que confeccionó el canciller socialista Gerard Schröder y que consistió en aplicar, por primera vez desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, medidas de recorte social. Alemania era a comienzos de este siglo el enfermo de Europa y para salir de la crisis fue necesario reconocer los problemas y cambiar las reglas de juego; en vez de aplicar políticas keynesianas de gasto público se decidió aplicar políticas por el lado de la oferta. Supuso ello que en marzo de 2003 se pusieran en marcha reformas de enorme calado en política laboral, fiscal, tecnológica y de liberalización de los mercados, que han conseguido convertir a Alemania en una economía flexible, competitiva y exportadora. Un análisis de los resultados económicos en lo que llevamos de 2013 nos muestra un bajo nivel de paro (la mitad del de la zona euro), superávit fiscal (0,3% del PIB), saldo positivo en la balanza de pagos (6,6% del PIB), estabilidad de precios y creación de miles de pequeñas y medianas empresas.
La balanza comercial alemana arrojó en 2012 un impresionante saldo positivo: 250.000 millones de dólares. Estos buenos resultados económicos son la consecuencia de las reformas y debería ser la mejor carta de presentación del actual gobierno de coalición de cristianodemócratas y liberales sobre todo si se comparan con los del resto de los países del entorno europeo.
La oposición
Frente al programa electoral de Merkel se presenta un partido socialista (SPD) con una campaña muy desafortunada. Para empezar su candidato, Peer Steinbrück, ha sido sistemáticamente torpedeado y desprestigiado por el aparato de su propio partido. Con un perfil político moderado (fue un dialogante Ministro de Finanzas durante el gobierno de la Gran Coalición 2005-2009), ha tenido que teñirse de radical, tanto en la forma como en el fondo, para encontrar un espacio que le permitiera diferenciarse de Merkel. Su última escenificación fotográfica en respuesta a un importante periódico de Múnich, pudo haber sido la puntilla final del candidato socialista. Mañana sabremos cuál es la aceptación de los electores, aunque en la última encuesta solo obtuvo el 25% de los votos.
Los verdes, aliados naturales del SPD en un posible gobierno, han caído también en las encuestas del 16% al 9% de los votos. Presentaron un programa radical y absurdo de subida de impuestos y tintes ecológicos que tiene poco futuro en un país con elevada presión fiscal y una fuerte conciencia medioambiental que ya no necesita un partido “verde”. Su actual líder, de tendencia claramente izquierdista, Jürgen Trittin, ha marcado un programa en franca competencia con los ex-comunistas de la RDA (“die Linke”).Tal línea de actuación les aleja del sueño de convertirse en un partido de alcance mayoritario. En todos estos partidos ha llegado la hora de renovar líderes y estrategias.
Posibles coaliciones
Sin embargo el resultado final de estas atípicas elecciones dependerá de la aritmética electoral. El CDU, con casi un 40% de los votos según la encuesta publicada ayer, necesita para mantener el actual gobierno de continuidad a un partido liberal que mañana supere con creces ese 5% de los votos que debe sobrepasar para que pueda entrar en el Parlamento Federal. En las elecciones del domingo pasado en Baviera la mayoría absoluta de los cristianodemócratas quedó algo empañada por el pésimo resultado de los liberales. Peligrosa premonición el resultado de estos últimos, aunque no es fácilmente extrapolable al resto del país. Si el actual pacto de gobierno no alcanzase una mayoría, la opción más probable sería la repetición de la Gran Coalición de los dos partidos mayoritarios (CDU y SPD) que gobernó Alemania en el periodo 2005-2009.
Es evidente, que el nuevo gobierno que salga mañana de las urnas, deberá generar las mejores condiciones para continuar la actual fase de recuperación económica. Pero ello sólo será posible si la filosofía y la política económica que emprendió el país tras la introducción de la agenda 2010, tiene continuidad, sin complejos y sin demagogias. Porque junto a la actual situación de bonanza, en la que se crea empleo y se alcanzan cifras record de recaudación fiscal, hay una tentación política clara de cuestionar las reformas aplicadas y de dar pasos en la dirección contraria. Un posible cambio de rumbo supondría poner en peligro el actual escenario de recuperación. Por eso, en nuestra opinión, el mejor resultado de las elecciones de mañana para la economía alemana es que continúe la actual coalición.
Fuente: Rafael Pampillón Olmedo y Rafael Moneo Abreu. “Alemania votará mañana a Merkel”. Expansión, 21 de septiembre de 2013, página 38.
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