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España: proyecciones demográficas del INE

El INE ha presentado las proyecciones de tamaño y estructura de la población para los próximos años, suponiendo que se mantuvieran las tendencias demográficas actuales. Es un ejercicio muy interesante pues el crecimiento potencial de nuestra economía o la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones en el medio plazo estarán fuertemente correlacionados con la evolución y las características futuras de la población española.

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Las principales conclusiones de esta simulación estadística son que la población residente progresivamente irá menguando (en 40 años se reducirá un 10%) y envejeciendo (al final del periodo casi el 37% tendrá más de 64 años). Por tanto, de cumplirse las estimaciones del INE, en los próximos 40 años España perderá casi 4,7 millones de habitantes hasta un total próximo a los 41,5 millones. Los factores que explican esta evolución son:

– El crecimiento vegetativo (nacimientos – defunciones) se irá reduciendo paulatinamente hasta ser negativo a partir de 2018. Esto es el resultado de:

(a) Por un lado, asistiremos a un descenso de la natalidad (-31,6% acumulado hasta situarse por debajo de los 326.000 nacimientos por año), como consecuencia de la progresiva reducción de las mujeres en edad fértil, lo que no será compensado por la tendencia alcista de la tasa de fecundidad, iniciada hace 10 años (el número medio de hijos por mujer pasará de 1,36 en 2011 a 1,56 en 2051).

(b) Por otro lado, el número de defunciones aumentará un 33,8% en las próximas cuatro décadas, fruto de una estructura demográfica cada vez más envejecida. De hecho, la esperanza de vida al nacer alcanzará en 2051 los 86,9 años en los hombres y los 90,7 en las mujeres, lo que supone casi ocho y seis años más, respectivamente, que en 2011.

– Por lo que respecta al saldo migratorio, por segundo año consecutivo en 2012 será negativo en 181.479 personas (-50.090 en 2011). Esta tendencia se mantendrá en los próximos años, si bien el saldo será cada vez menos negativo; será a partir de 2037 cuando las entradas superarán a las salidas de habitantes, aunque en términos acumulados se registrará una pérdida neta de población de 1,4 millones de personas.

(a) Por un lado, en los próximos 40 años España recibirá unos 16,7 millones de inmigrantes, casi la tercera parte procedente de las UE, seguido por Latinoamérica y África. No obstante, dado que las dos primeras regiones también se verán afectadas por el envejecimiento, se irá reduciendo progresivamente su flujo migratorio, a diferencia de África, que seguirá siendo el principal foco emisor de población joven.
(b) En cuanto a la emigración, la reducción de la población joven en edad adulta provocará, a su vez, un menor flujo de salida al extranjero. En todo caso, en los próximos 40 años emigrarán unos 18,1 millones de españoles.

Como consecuencia de lo comentado anteriormente (descenso de la natalidad y saldos migratorios negativos), los mayores crecimientos de población se concentrarán en las edades avanzadas; es decir, se prolongará, e intensificará, el actual proceso de envejecimiento. En este sentido, en 2052 los habitantes con 65 años o más superarán los 15,2 millones, el 36,6% del total y casi el doble que en 2012. En cambio, se perderán casi 10 millones de personas de entre 16 y 64 años (-32%) y casi dos millones menores de 15 años (-26%).

En consecuencia, se agravarán de forma muy intensa los problemas de sostenibilidad del sistema público de pensiones y, por tanto, de las cuentas públicas. A este respecto, dentro de 40 años la tasa de dependencia se acercará al 100%; es decir, habría una persona en edad de trabajar por cada inactiva (menores de 16 y mayores de 64 años).

A la vista de estos resultados, es necesario acelerar la puesta en marcha de la última reforma de las pensiones, que incluye el retraso, de forma progresiva, de la edad de jubilación, desde los 65 años actuales, hasta los 67 años en 2027. Además, se deberán introducir otros mecanismos que contribuyan a la sostenibilidad del sistema de pensiones. Eso sí, debemos tener en cuenta que los resultados de medio plazo son muy sensibles a cambios mínimos en las hipótesis de partida. En este sentido, esperemos que esta vez los estadísticos del INE se equivoquen, al igual que lo hicieron la mayoría de proyecciones demográficas realizadas en la década de los 90.

Por otra parte, como puso de manifiesto el informe de la OCDE publicado la semana pasada sobre las tendencias de crecimiento de largo plazo, este descenso del porcentaje de la población en edad de trabajar sólo se puede ver compensado por aumentos de la productividad y, por tanto, por mejoras en los niveles de educación. En ese estudio, se estima un crecimiento medio del PIB español del 2% entre 2011 y 2030, que se reduciría al 1,4% entre 2030 y 2060, muy por debajo del 2,9% alcanzado en la última etapa expansiva (1995-2011). Lo que reducirá el crecimiento del PIB per cápita a sólo un 1,4% entre 2011y 2060. Por tanto, el objetivo de la política económica debe ser aumentar ese crecimiento potencial hasta la banda del 2%-2,5%.