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El BCE apuesta por la condicionalidad

Tras el “créanme, será suficiente” de la semana anterior, los mercados esperaban ayer bastante más de la comparecencia de Draghi que siguió a la reunión del Consejo de Gobierno del BCE. Donde se anticipaban decisiones contundentes, sólo se encontró una guía de acción condicionada; en lugar de un plan concreto y elaborado, líneas generales y falta de consenso europeo. En consecuencia, las primas de riesgo soberano de España e Italia volvieron a repuntar y la renta variable europea y el euro a depreciarse. ¿Se trata de una nueva ocasión perdida de resolver la crisis del euro?

Los aspectos negativos.

El mercado confiaba en un anuncio de que el BCE estaba preparado para comprar deuda española e italiana sin las limitaciones de sus actuaciones de 2011, pero Draghi sólo afirmó que su entidad estará en condiciones de hacerlo en las próximas semanas, cuando haya estudiado bien la cuestión (no pudo, por ejemplo, responder si las intervenciones serían o no esterilizadas) y, sobre todo, cuando España e Italia hayan solicitado a ayuda del fondo de rescate europeo.

La falta de coordinación y consenso entre las instituciones europeas y los gobiernos se puso de manifiesto horas después, cuando ni Monti ni Rajoy pudieron confirmar que estuvieran dispuestos a solicitar esa ayuda.

Además, los mercados son conscientes de que el nuevo fondo de rescate no estará disponible al menos hasta septiembre y que el actual sólo dispone de menos de 150.000 millones de euros. Para completar la decepción, Draghi afirmó que las intervenciones se limitarían al tramo corto de la curva, limitando de este modo considerablemente su capacidad de impacto.

Aspectos positivos

Sin embargo, hay razones para confiar en que pueden estar sentándose las bases de una solución suficiente al problema de la financiación de España e Italia mientras la Zona Euro avanza haca la integración bancaria y fiscal. Y es que uno de los principales obstáculos para una acción contundente del BCE era su incapacidad para exigir a cambio compromisos políticos a los gobiernos. El fondo de rescate, por su parte, no tiene la capacidad ni la flexibilidad suficientes para intervenir de manera creíble en el mercado, pero puede exigir condiciones.

La solución que se perfila es la colaboración entre ambas instituciones: el BCE realizará el grueso de la intervención y el fondo de rescate planteará las condiciones, de manera que se evite ese “azar moral” tan temido por Alemania. Lo ideal sería que la amenaza de la intervención del BCE hiciese innecesaria la petición de rescate y la intervención misma (de ahí, en parte, la reticencia de España e Italia a pedir la ayuda), pero lo más probable es que el mercado fuerce esa petición, a la que previsiblemente no se añadirán muchas más condiciones respecto a los objetivos de ajuste ya existentes.

La conclusión será que el BCE podrá intervenir en tanto los socios europeos estén satisfechos con la senda de ajustes de España e Italia, lo que permitirá que ambos países se financien en mejores condiciones.

Dos grandes cuestiones quedan, sin embargo, pendientes: 1) si el tiempo se aprovechará realmente para avanzar en la integración europea y 2) si las políticas de ajustes serán en algún momento compatibles con la salida de la recesión.