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Desempleo y creación de empresas

Las cifras de afiliados al paro del mes de noviembre muestran un triste nuevo récord. El servicio público de empleo contabilizó 59.536 desempleados más, lo que significa que en España hay 4,4 millones de personas en este colectivo. La cifra no solo es alta, si no que es muy cercana a la de noviembre de 2009, cuando se suponía que estábamos en el momento más duro de la crisis, lo que avanza una probable vuelta a las tasas de crecimiento negativas en el último trimestre de 2011.

Analizar las cifras de paro y su evolución es esencial para poder desarrollar políticas adecuadas que generen empleo. El drama social del desempleo no solo es el número. Estamos hablando de 1,4 millones donde nadie trabaja (el 11 % de los hogares españoles). Una economía en la que casi la mitad de sus desempleados,  2.3 millones de personas, llevan buscando trabajo hace más de un año, y donde el número de parados que no perciben ningún tipo de prestación se acerca a los 1,57 millones, el 36% de los mismos.  En esta ocasión, no hay diferencias de género. Las cifras de desempleo entre hombres y mujeres son muy parecidas.

Las cifras de inactividad nos dan algunas pistas de hacia dónde se dirigen algunos de estos trabajadores de larga duración. Desde 2007 ha aumentado el número de hombres que se declaran inactivos, probablemente convertidos en desempleados desanimados, que no tienen esperanza de encontrar un puesto de trabajo. Al mismo tiempo, la población activa ha crecido en más de un millón de féminas, indicando posiblemente la necesidad de ingresos de las familias españolas.

Además de los problemas sociales que implica el desempleo, hay otros muchos que tampoco podemos perder de vista. Por un lado, la tasa de desempleo joven es altísima. Hablamos de que 458.000 personas que no son capaces de encontrar su primer empleo. Lo que algunos han venido a llamar la “generación perdida” se presenta como una realidad en nuestra sociedad. La emigración de la población más joven española, que no es capaz de encontrar un trabajo estable, es un hecho. Esta fuga de cerebros supone ya un gran coste para la economía española y su crecimiento en el largo plazo, ya que por definición, se irán los mejores, los más valientes y los más emprendedores.  Otro de los problemas esenciales es la sostenibilidad del sistema de pensiones. En el momento actual, la relación entre trabajadores y pensionistas, es de 2,46, la menor desde 2003. Si le sumamos los bajos índices de natalidad, 1,3 hijos por mujer, el reemplazo generacional del sistema es muy complicado.

La desconfianza en el panorama futuro de España y de la Unión Europea hace que se destruya empleo y que si se hace algún contrato que éstos no impliquen un compromiso en el tiempo. La destrucción de empleo se ha centrado casi exclusivamente en el empleo indefinido ya que de los contratos realizados durante el último mes, el 6,9% fueron indefinidos y de este porcentaje, apenas el 15% se hicieron a menores de 25 años. Esta es la única flexibilidad a la que se pueden agarrar los empresarios por si las cosas van a peor.

Las políticas de creación de empleo deben venir del entorno público por la vía de la reforma de las condiciones del mercado laboral, la reducción del coste del despido, la mejora del acceso al crédito, o la reducción de los impuestos a las empresas de nueva creación. Pero todo esto sin perder de vista que el objetivo a medio plazo debería ser ayudar a la creación de puestos de trabajo favoreciendo la creación de empresas, permitiendo a los empresarios-emprendedores no tener miedo a la contratación, reduciendo los costes para que la población, especialmente los más jóvenes, puedan emprender y ser también motores de crecimiento.

Publicado en Dossier Empresarial (16/12/2011)