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La lotería de Navidad y la aversión al riesgo

Escrito el 22 diciembre 2010 por Valentín Bote en Miscelánea

Una manera corriente de ejemplificar el concepto de aversión al riesgo es dar a elegir a una persona entre dos opciones de invertir una determinada cuantía monetaria, supongamos 1.000 euros: la primera opción implica mantener de forma “segura” los 1.000 euros, pero no obtener ningún rendimiento. En la segunda opción se puede obtener una rentabilidad positiva –digamos, por ejemplo, 1.100 euros- pero sólo en el 95% de los casos, ya que existe una probabilidad positiva (5%) de perder la cuantía invertida.

En términos de renta esperada, la segunda opción es preferida –la renta esperada en la segunda modalidad de inversión asciende a 1.045 euros, mientras que en la primera modalidad es de 1.000 euros. Sin embargo, muchas personas –aquellas cuyo grado de aversión al riesgo sea relativamente alto- preferirán mantener los 1.000 euros sin experimentar ningún “sobresalto”.

En general se asume que la inmensa mayoría de los individuos son aversos al riesgo. Muchos estudios empíricos sostienen dicha hipótesis. Pero hay ocasiones en los que dicha aversión de los ciudadanos queda en entredicho y se somete a una dura prueba de validación, como en el día de hoy, 22 de diciembre, el día de la lotería de Navidad. Casi todos los españoles y mucha gente del extranjero compra lotería para participar en el sorteo de hoy, con la esperanza e ilusión de ganar un premio, pero obviando el hecho de que estamos ante una opción de “inversión” catastrófica. En este caso, y manteniendo las cuantías del ejemplo anterior (yo juego muchísimo menos, pero hay muchas personas que gastan cantidades superiores en la lotería de Navidad!!), la segunda opción de inversión –jugar a la lotería- ofrece una renta esperada de 700 euros, frente a la opción segura de mantener nuestros 1.000 euros en el bolsillo. Y es que el sorteo de Navidad entrega en premios el 70% de las cuantías jugadas. Es decir, es una opción perdedora en términos esperados, por lo que participar en ella pondría de manifiesto que, al menos por un día, nos convertimos en “amantes del riesgo”.

Y para los amantes del riesgo existe un comportamiento también muy extendido, que consiste en “invertir” lo ganado en el sorteo de Navidad en el que en enero conocemos como sorteo del Niño. Esta exposición recurrente al riesgo siempre me ha maravillado: una persona puede quedarse con sus 1.000 euros o gastarlos en lotería de Navidad. En promedio, obtendrá un retorno de 700 euros y si destina dicho dinero a comprar lotería del Niño, su retorno esperado será de 490 euros –el 70% de los 700 euros recuperados de Navidad.

Es decir, que nuestro individuo del ejemplo –un promedio de lo que le pasará a todos los jugadores de la lotería en estas fechas- ha perdido más de la mitad de lo que ha jugado en los dos sorteos, algo que resulta irracional. ¿Qué ha obtenido a cambio? La ilusión, durante dos días, de sentirse audaz y –potencialmente- rico…

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