Los problemas de la economía española, que en los mercados financieros han tomado la forma de desconfianza hacia la sostenibilidad de nuestra deuda pública, hunden sus raíces en un mal conocido desde hace años: nuestra falta de competitividad derivada del paupérrimo avance de la productividad (sin mejoras de la productividad, es imposible crecer a un ritmo adecuado para ganar capacidad de afrontar con holgura la devolución de la deuda).
En efecto, la productividad de la economía española, tanto en términos de la productividad aparente del trabajo como de la productividad total de los factores, ha dado muestras de una total atonía durante mucho tiempo. Los malos registros en ese ámbito han quedado en un segundo plano mientras el crecimiento del empleo permitía avances importantes del PIB agregado y per cápita. Sin embargo, esa era necesariamente una situación transitoria, ya que las ganancias de producción per cápita vía empleo son limitadas (las tasas de empleo y de actividad no pueden ir más allá del 100%). En el medio y largo plazo, una economía sólo puede avanzar en sus niveles de bienestar si es capaz de impulsar su productividad.
Como distintos de los autores han comentado en este blog, la debilidad crónica de la productividad ha llevado a España a la pérdida continua de posiciones en los diversos rankings de competitividad. Aunque debemos tener claro que el concepto de competitividad es más complejo, pues estamos ante una realidad con una naturaleza multidimensional, que puede analizarse desde distintas perspectivas y con diferentes indicadores. Así, por ejemplo, si se observan las cuotas que España tiene en el comercio mundial, se ve que nuestro país ha sido capaz de mantenerlas incluso en la crítica situación actual.
¿Cómo es posible? Según apuntan diferentes economistas, la explicación a ese curioso fenómeno radica en cierta dualidad de nuestro tejido productivo. Por un lado contamos, al igual que el resto de economías europeas, con muchísimas pymes. De hecho, tenemos proporcionalmente más pymes que esos países. Para estas empresas resulta muy difícil competir en los mercados mundiales; su falta de competitividad les obstaculiza la salida al exterior, mientras que su ausencia de los mercados internacionales les impide alcanzar competitividad en respuesta al exigente ambiente que se vive en dichos mercados.
Frente a esas pymes, tenemos empresas altamente competitivas, innovadoras y plenamente operativas en el escenario mundial. Empresas que desarrollan una importante actividad en el exterior, exportando y produciendo fuera de nuestras fronteras. Esas empresas son las que sostienen nuestras cuotas en las exportaciones mundiales, con buenos registros de productividad y competitividad.
LA INTERNACIONALIZACIÓN EMPRESARIAL, CLAVE PARA NUESTRA COMPETITIVIDAD
La internacionalización de nuestras empresas es imprescindible en cualquier estrategia con la que pretendamos renovar nuestro modelo productivo para garantizar un crecimiento sostenible en los años venideros. Así lo entiende también el Círculo de Empresarios, que recientemente publicaba la cuarta edición de su Anuario sobre la internacionalización de la empresa española. Al igual que en ediciones precedentes, el Círculo ha premiado en este Anuario varias operaciones que empresas españolas realizaron en el exterior durante 2009. En concreto los premios han recaído en las siguientes empresas y operaciones:
La concesión a Abengoa de una planta de cogeneración en Tabasco (México); el incremento de la participación de BBVA en el China Citic Bank hasta un 15%; el acuerdo para el suministro de aerogeneradores de Gamesa en la región china de Mongolia Interior; la adjudicación en Venezuela de una central de ciclo combinado a un consorcio de Iberdrola Ingeniería y Construcción y Elecnor; la concesión al Grupo OHL del mayor intercambiador de autopistas de Miami, y la concesión a un consorcio liderado por Sacyr Vallehermoso de la ampliación del Canal de Panamá.
Son, sin duda, ejemplos destacables de la apuesta que distintas empresas hacen por la salida al exterior. Un ejemplo que ojalá cundiera, algo que resultaría mucho más probable si se crearan condiciones más favorables abordando las reformas estructurales de las que tan necesitados estamos. No voy a enumerar todas ellas, pero sí quiero detenerme brevemente en dos que considero urgentes: la definitiva reestructuración y saneamiento de nuestro sistema financiero y la adopción de medidas que garanticen la estabilidad de nuestras cuentas públicas (con reformas que van desde la introducción de mecanismos que disciplinen el gasto de las CCAA a medidas que hagan viable a nuestro sistema de pensiones). Sin estas dos reformas, va a ser muy complicado acceder a la financiación necesaria para la internacionalización
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