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El Gobierno aprueba su reforma laboral

Prometo no hacer sangre con las contradicciones del Gobierno, aunque no puedo dejar de mencionar las palabras de la Vicepresidenta primera que hoy, en la rueda de prensa del Consejo de Ministros extraordinario ha hecho referencia a la «convicción [del Gobierno] de la necesidad de la reforma laboral», cuando hasta hace muy pocos meses hemos recopilado decenas de negaciones por parte del Gobierno de que dicha reforma fuese necesaria, y muchas descalificaciones dirigidas a los que defendíamos su necesidad.

Pues bien, ya tenemos la reforma del Gobierno, aprobada como Real Decreto Ley, y que será ahora tramitada en el Congreso, donde podrá sufrir todo tipo de transformaciones mediante enmiendas. Así que hasta la finalización del trámite parlamentario no podremos tener la seguridad de cuál será el marco laboral que nos regulará en los próximos meses o años. Pero, en cualquier caso, no es posible pasar sin hacer una valoración de la misma:

La primera valoración se basa en la observación de que el texto del Gobierno no ha incorporado importantes aspectos considerados clave a juicio de muchos expertos. Así, se detectan las siguientes ausencias:

II. Por otra parte, el documento del Gobierno incluye una serie de propuestas, teóricamente orientadas a fomentar la contratación indefinida, que resultan de dudosa eficacia, en el mejor de los casos:

III. Tampoco es fácil obviar otro aspecto del documento del Gobierno, que es el de la cofinanciación impuesta a las Comunidades Autónomas del plan extraordinario de empleo para los jóvenes: el Gobierno se descuelga planteando que las CCAA tendrán que pagar el 40% del coste del programa sin haberlo consultado y negociado previamente con las administraciones implicadas.

IV. En el caso de las medidas orientadas a favorecer la flexibilidad interna negociada en las empresas, que permitiría que en determinadas circunstancias las empresas pudiesen reducir jornada de trabajo, modificar sustancialmente las condiciones de trabajo o no aplicar las subidas salariales pactadas, de momento hay que analizarlas con cautela, porque hasta que no se conozca la regulación en detalle de las mismas no podremos conocer la eficacia real. Así, si tras el arbitraje en caso de desacuerdo es posible que alguna de las partes recurra a los tribunales, la hipotética flexibilidad interna volverá a quedar a merced de decisiones judiciales difíciles de evaluar, pero cabe pensar que una parte importante de los hipotéticos efectos beneficiosos quedarán diluidos.

V. Por lo que respecta a las medidas orientadas a reducir la dualidad y la temporalidad, la idea más simple era avanzar hacia un contrato único de trabajo. Pero el Gobierno ha quedado atrapado por la actual regulación de nuestros contratos y ha tratado de lograr el objetivo final –la eliminación de la dualidad- mediante la “cuadratura del círculo”, esto es, retocando nuestro actual marco de contratación, pero sin introducir cambios sustanciales.

VI. Por último, indicar que el Gobierno ha aprobado limitar restricciones que afectaban a la operativa de las agencias privadas de colocación y de las ETT, una modificación largamente demandadas, para incrementar la eficacia de la intermediación laboral en España y que constituye una buena noticia.

En definitiva, como se puede ver, la «reforma de calado» que nos iba servir para muchos años, según palabras del Presidente del Gobierno ha quedado en una «reformita», como hoy ha avanzado Díaz Ferrán. A mi juicio, hemos dejado pasar una oportunidad de oro para afrontar una reforma en profundidad que tocase todos los aspectos clave (negociación colectiva, cotizaciones, prestaciones, nuevo marco de contratación, etc.) y nos hemos quedado en una reforma tímida que, desde luego, no justifica más de dos años de espera, que ha sido el tiempo empleado en «marear la perdiz» del diálogo social.