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¿Racionalidad económica?

Escrito el 28 junio 2010 por María Jesús Valdemoros en Miscelánea

En mis últimos posts en este blog he tratado, sobre todo, cuestiones relacionadas con la coyuntura económica española y con los problemas de política económica derivados de la difícil situación en que aún estamos inmersos. Hoy me gustaría cambiar el tono y el contenido para tocar un tema que, en mi opinión, está llamado a reorientar la economía como disciplina científica en los próximos años. Me refiero a la “irracionalidad” económica con que los seres humanos tomamos muchas de nuestras decisiones, y que nos afecta en distintas formas, desde nuestros sesgos cognitivos hasta nuestra preocupación por los demás .

La definición más famosa de economía es, probablemente la de Lionel Robbins. Según este economista inglés, la economía es la ciencia que se ocupa del estudio de la satisfacción de las necesidades humanas mediante recursos escasos que tienen usos alternativos entre los que hay que elegir. Podríamos discutir si ésta es una definición acertada o no, y podríamos comentar otras muchas definiciones. Pero seguramente siempre terminaríamos con la idea de que la economía hace de algunas elecciones/decisiones humanas su objeto de estudio.

Por otra parte, desde el punto de vista metodológico, el análisis de esas decisiones ha asumido como indiscutible el supuesto de la racionalidad del famoso homo economicus. En otras palabras, se ha estudiado al ser humano como si se tratara de una perfecta máquina capaz de calcular y ponderar pros y contras, para luego elegir la opción óptima, aquella que maximice su utilidad. Es más, en aras de la aplicabilidad de este supuesto, la ciencia económica ha ido centrándose en las motivaciones cuantificables –por decirlo de manera sencilla, en las motivaciones de mercado, monetarias y financieras-, despreciando motivaciones no cuantificables –las motivaciones intrínsecas de todo ser humano, como las relacionadas con el altruismo o el sentido del deber y de la justicia-. Como resultado, nos encontramos con la total matematización formal de la economía. O, lo que es lo mismo, la sustitución de la relevancia por el rigor, algo cuando menos discutible en el ámbito de las ciencias sociales, cuya naturaleza es más la del saber prudencial (que puede apoyarse en cierto rigor, pero sin supeditación) que la de la ciencia exacta.

Esta concepción del ser humano tiene consecuencias en el mundo real, donde la lógica calculadora del mercado, de los precios, sustituye a la lógica de las relaciones sociales (en este vídeo  podéis encontrar una entretenida explicación al respecto, del economista Dan Ariely). No soy ninguna experta en la materia, pero tengo la impresión de que detrás de la crisis actual, que no pocos identifican con una crisis de valores, probablemente se encuentre esa progresiva invasión de más y más terreno por parte de la más fría lógica económica, la puramente calculadora y racional. En ese sentido, tengo la esperanza de que la crisis también nos haga replantearnos el modelo de sociedad que estamos creando, así como el enfoque de la ciencia económica.

De hecho, ya hay una corriente en economía, la denominada “behavioral economics”, que aboga por una concepción diferente del ser humano, que incorpore conocimientos adquiridos en otras ciencias, como la psicología, y en la que tengan cabida los comportamientos y decisiones “irracionales” que no encajan en el modelo neoclásico por no ser el resultado de un cálculo frío. Esta corriente no es nueva; el psicólogo Daniel Kahneman recibió el premio Nobel de Economía en el año 2002 precisamente por haber incorporado la psicología cognitiva al análisis económico.

 El reciente éxito de libros divulgativos de este tipo de investigación, como Las trampas del deseo, de Dan Ariely o The Art of Choosing de Sheena Iyengar, augura un buen futuro para una forma más humana de encarar el estudio del comportamiento económico y, por qué no, de hacer recomendaciones de política económica.

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