La profunda y extensa crisis internacional ha puesto en duda no sólo las capacidades predictivas de los economistas, sino también muchas de las ideas que en los últimos tiempos constituían la ortodoxia de la teoría y la política económica. Uno de los principios que ahora están en discusión es aquél según el cual la política monetaria debe aspirar a la estabilidad de precios, entendiendo ésta como una tasa de inflación estable en el entorno del 2% anual.
Distintos economistas, procedentes de muy diversas escuelas, vienen sumándose a la corriente de opinión que plantea la necesidad de revisar la conveniencia de ese tipo de objetivos de inflación. Es el caso de Olivier Blanchard –quien lanza sus ideas en calidad de economista jefe del FMI, un detalle a tener muy en cuenta- Kenneth Rogoff, Gregory Mankiw, Brad DeLong ó el ubicuo Paul Krugman –ningún debate serio lo parecería si no contase con este Nobel en Economía-.
Son varios los argumentos que estos y otros autores han apuntado para justificar la idea de que unas mayores tasas de inflación podrían ser incluso positivas para la economía. Ahí van algunos de ellos, a ver qué os parecen:
- unas mayores tasas de inflación podrían ayudar al ajuste del mercado inmobiliario, al facilitar el ajuste de sus precios reales sin necesidad de grandes caídas de los precios nominales de la vivienda.
- las subidas de precios podrían aliviar la presión de la deuda sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas al reducir el valor real de la deuda pendiente.
- mayores incrementos de los precios de bienes y servicios harían posible el ajuste a la baja de los salarios reales, siempre que los salarios nominales no se indiciasen a la evolución de la inflación. Se trataría de inyectar flexibilidad en el mercado laboral.
- unas tasas de inflación más elevadas significarían mayores tipos de interés. Esto, que siempre se ha considerado perjudicial, tendría un efecto positivo: dejaría mayor margen de maniobra para políticas monetarias expansivas, al permitir mayores bajadas de tipos en momentos de recesión como el actual. La inflación se convertiría de este modo en una herramienta del arsenal anticíclico de la política económica.
Ninguno de los economistas citados ignora o descarta los peligros y costes de la inflación, todos ellos bien conocidos y que ya tratamos en un post anterior. Por lo que deduzco de sus argumentos, creo que siguen convencidos de que es bueno mantener la inflación a raya. Simplemente se plantean si el objetivo de una inflación bajo control debe estar por encima de ese 2% casi mágico de los banqueros centrales . O, en otras palabras propias de los economistas, abogan por un estudio más cuidadoso de todos los beneficios y costes atribuibles a un objetivo de inflación algo más relajado.
¿En qué terminará este debate? ¿Se animarán los bancos centrales a una actitud un poco más relajada ante la inflación?
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