La economía española ya se encuentra en recesión, pues aunque no acumule dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, todos los indicadores y, especialmente los de empleo, ya señalan que la actividad se está contrayendo. No debemos olvidar que esa regla es un método sencillo paras fechar las recesiones, pero en realidad es mucho más complicado hacerlo y, por ejemplo, en EEUU el NBER utiliza muchos recursos y tarda mucho tiempo en anunciar el momento y la duración de los períodos de ajuste económico. Lo más interesante de lo anunciado ayer por el INE, además de la caída en la tasa trimestral de crecimiento (-0,2%) y la fuerte desaceleración de la interanual (del 1,8% al 0,9%) fue lo siguiente:
– El empeoramiento de la actividad procede del notable ajuste de la demanda nacional, que ya se encuentra prácticamente estancada (0,1 pp vs 1,5 pp en el 2T08), en contraste con la mejora de la demanda externa, que aporta 0,8 pp al crecimiento, medio punto más que en el trimestre anterior.
– En el mercado laboral ya destruye empleo (-0,8% interanual); en consecuencia, mejora sensiblemente la productividad (1,7%).
– Dentro de la demanda nacional, sólo el gasto público muestra una tendencia creciente. En cambio, en línea con la destrucción de empleo y la pérdida de confianza de las familias, destaca muy negativamente el consumo privado, que se estanca en tasa interanual y retrocede un 1% en tasa trimestral. Por tanto, no parece que los 400 euros haya sido una medida muy efectiva.
– El retroceso de la inversión, ya no sólo afecta al componente de construcción, sobre todo viviendas, sino también al de bienes de equipo (-0,6%).
– Por el lado de la oferta, todas las ramas pierden impulso, salvo los servicios de no mercado. Destaca el intenso deterioro de la industria y la construcción.
Por tanto, el deterioro de la economía española está siendo cada vez más intenso y generalizado, lo que se está trasladando al mercado laboral y, en consecuencia, al gasto de las familias, que, ante el notable empeoramiento de las expectativas, deciden aumentar el ahorro. Esto hace que cualquier medida gubernamental de inyección de renta (como las menores retenciones en las nóminas desde junio) sea, en estos momentos, ineficaz para reactivar el consumo.
En definitiva, la valoración del momento actual de la economía española es preocupante. En primer lugar, porque la intensidad del ajuste del mercado de trabajo está provocando un fuerte deterioro del ciclo de actividad, parecido al que se produjo en la última recesión de los 90. Para una economía como la española que ya en el primer semestre del año pasado estaba perdiendo fuerza, la crisis financiera que se inició en el verano de 2007 ha supuesto un golpe de gracia, teniendo en cuenta la fragilidad que supone en un momento de restricción crediticia global, nuestra elevada dependencia de la financiación procedente del exterior (10% del PIB o 100 m.m. de euros). Pero la delicada situación coyuntural puede estar escondiendo algo más preocupante, como es el agotamiento de un modelo productivo y, por tanto, de unas ventajas comparativas que han sido brillantemente aprovechadas desde nuestra incorporación al Mercado Común Europeo en 1986. Un modelo muy centrado en sectores como turismo y construcción, con poca intensidad en innovación y con abundancia de empleo poco especializado. Es decir, sectores que nos han permitido crecer muy dinámicamente y eso hay que valorarlo, pero que con su baja productividad es dudoso (y probablemente poco recomendable) que puedan volver a realizar una aportación parecida al crecimiento.
El problema es que las respuestas de política económica para un problema estructural no son las mismas que para uno coyuntural, en el primer caso predominan las medias de oferta que tienen una lenta maduración (medio y largo plazo), mientras que en el segundo se busca una rápida reacción de la actividad a través del estímulo de la demanda. O, visto de una manera diferente, en un caso se intenta aumentar la capacidad de crecimiento potencial, mientras en el otro sólo se busca una mejora de la posición cíclica de la economía. Es decir, como casi siempre se trata de elegir entre lo importante y lo urgente.
Pero el principal problema es que por primera vez en las últimas décadas entramos en una crisis sin la posibilidad de realizar una devaluación de la moneda. Por tanto, serán variables como los salarios o los márgenes las que se tendrán que ajustar. En este sentido, me pareció interesante el artículo que escribió ayer M. Wolf en Financial Times, pues afirmaba que dados los problemas de la economía británica (caída de precios de la vivienda, elevados niveles de deuda de los agentes, restricción crediticia o importante déficit comercial) la fuerte caída de la libra no es un problema, sino una solución. Nosotros lo vamos a tener más difícil.
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