Siguiendo con la tónica de las últimas semanas, los datos van confirmando el empeoramiento de la combinación de crecimiento e inflación en nuestro país. Esta mañana el INE publicaba un aumento mensual del IPC de seis décimas que ha situado la tasa interanual en un máximo en 13 años (5% frente al 4,6% de mayo) y no sería de extrañar ver a la inflación acercarse al 5,5% en los próximos meses (aunque podría cerrar el año en la zona del 4,5%).
El principal factor detrás de este fuerte repunte es la escalada de los precios de los carburantes y combustibles (+4% mensual y 24,6% interanual) por razones conocidas por todos, lo que está repercutiendo en el transporte (+1,9% mensual y 10% interanual) y en los gastos ligados a vivienda (+0,6% mensual y 6,9% interanual) afectados por la subida del gasóleo para calefacción. También se encarecieron los alimentos, tanto los elaborados (7,7% interanual, la tasa más elevada desde enero de 1990) como, sobre todo, los frescos (+1,3% mensual y 5,1% interanual), impulsados por las fuertes subidas mensuales de productos como el pescado (+4,2%) y las patatas (+6,1%) afectadas por la huelga de transporte. Poniendo las cosas en perspectiva, de las cuatro décimas de aumento de la interanual, una se debe a alimentos frescos y servicios ligados al turismo y las otras tres a energía.
En el lado positivo de la balanza tendríamos la lógica caída de los precios en vestido y calzado (-0,8% mensual) por el inicio de las rebajas y el mantenimiento de la inflación subyacente (sin alimentos frescos y productos energéticos) en el 3,3% en tasa interanual, gracias al buen comportamiento de los bienes industriales no energéticos (0,1% en tasa interanual). En este sentido, vuelve a ser interesante recordar como se reparte la inflación en España entre los grandes grupos de la cesta: los servicios representan el 37,7% de la cesta y en los últimos doce meses sus precios aumentaron el 3,9%, los alimentos el 23% de la cesta para una inflación anual del 6,8%, la energía un 9,8% de la cesta y una inflación cercana al 20% y, por último, los ya comentados bienes industriales que representan casi un 30% de la cesta y cuya subida de precios en los últimos 12 meses es de sólo un 0,1%.
Por tanto, si dejamos fuera los componentes más volátiles como alimentos y energía se vuelve a poner de manifiesto la dualidad de comportamiento entre los sectores abiertos a la competencia (bienes industriales) y aquellos que no lo están (servicios). Y, por tanto, dónde debería incidir la política económica si se quiere de una vez por todas atajar un problema que está erosionando a marchas forzadas nuestra competitividad. Nuestro diferencial de inflación con la UEM es de 1,1 p.p., mientras que en servicios se situaría en 1,2 p.p.
Si hablamos de expectativas de inflación en los mercados financieros, tema de moda en las últimas semanas, podemos destacar que las de horizonte temporal de 2 años medidas por el swap de inflación están en el 4,1% (3,2% en diciembre de 2007), mientras que las formuladas a largo plazo (10 años) habrían aumentado desde un 2,9% a finales del año pasado al 3,3% actual. Quizás esto puede explicar las primas de riesgo que se están exigiendo al Tesoro español en emisiones a largo plazo (15 años) y que han obligado a suspenderlas. En definitiva, el panorama no es muy tranquilizador de cara a los meses de verano.
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