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    [post_content] => Los italianos, cansados de sufrir una larga crisis económica y de padecer un sistema político incapaz de gobernar el país, se han decantado por el cambio, es decir, por Silvio Berlusconi. En efecto, el líder conservador se ha proclamado por tercera vez vencedor de las elecciones generales celebradas en Italia al lograr la mayoría absoluta tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado. Por primera vez en la historia de la República, la izquierda comunista no estará representada.

La necesidad de las reformas

El nuevo gobierno debe llevar a cabo una serie de reformas estructurales que permitan a Italia salir del letargo económico en el que se encuentra. Un letargo cuya manifestación más clara es el bajo nivel de crecimiento de la actividad económica. Efectivamente, el crecimiento económico, en los últimos 10 años, no ha superado el 1,5% de media anual. Una de las razones del bajo nivel de crecimiento es que la producción industrial italiana está estancada. Ello se debe a que la tercera mayor economía de la zona euro sufre en mayor medida que sus dos vecinos mayores (Francia y Alemania) la debilidad de la demanda doméstica y el impacto de la fortaleza del euro sobre las exportaciones. Esta mala situación económica permite que en estos momentos España tenga, por primera vez desde su entrada en la Unión Europea, una renta por habitante más elevada que Italia.


Esta mala coyuntura unida a la elevada incertidumbre han provocado que las empresas italianas no hayan invertido lo suficiente, quedándose obsoletas y encontrando serias dificultades a la hora de competir con las empresas de las economías emergentes. La mejora de la competitividad pasa por la necesidad de liberalizar los mercados de servicios públicos, privatizar empresas estatales en sectores como el transporte y la energía, luchar contra la corrupción y el crimen organizado y convencer a la sociedad civil de la necesidad de hacer frente a las reformas necesarias. Además Berlusconi prometió en camapaña electoral una fuerte reducción impositiva y una política de inversiones masivas basada en infraestructuras de grandes dimensiones (como la unión por carretera de la isla de Sicilia con el continente). La dificultad más importante de esta estrategia de política económica será encontrar la financiación necesaria que soporte por un lado la reducción de impuestos (ingresos) y por otro el aumento de la inversión pública, ya que a diferencia de España, Italia no goza de unas finanzas públicas saneadas. Tiene un déficit presupuestario superior al 2% del PIB y una deuda pública que representa el 104% del PIB por lo que el margen para llevar a cabo una política fiscal expansiva es muy reducido. Aunque la venta de bienes públicos y de empresas estatales le podría permitir ingresar la bonita cifra de 700.000 millones de euros.

Me gustaría enfatizar en que las reformas necesarias para reactivar la economía italiana pasan por un proceso de liberalización de la economía. Ello va a provocar que el mercado se ajuste de forma brusca y traumática; pero no menos cierto es que cuanto antes se produzca este ajuste antes resurgirá la economía. El efecto más perverso de estos ajustes será, sin duda, los despidos masivos y un aumento del paro. Todo ello puede generar una ambiente de crispación social pero es el precio que hay que pagar si se quiere reformar la economía italiana.

Las desigualdades regionales

Como decía muy bien en el diario El Mundo Felipe Sahahgún ("Los desafíos de Berlusconi") para que estas medidas a favor del mercado y la competencia sean eficaces y políticamente viables, tendrían que aplicarse de forma diferente en el norte, centro y sur del país. Italia  es una nación en la que se distinguen de forma muy clara estas tres regiones (norte, centro y sur). Primero,  el PIB por habitante del norte, centro y sur son muy distinto: 25.500 euros, 23.500 y 14.400 respectivamente. Segundo, la tasa de paro en el norte (4%) supone apenas un tercio de la del sur (12%), y la del centro representa la mitad de ésta última (6%); tercero, la productividad, que en el norte y el centro supera los 40.000 euros, en el sur apenas alcanza los 30.000 euros. Cuarto, la economía sumergida, paralela, irregular, negra, informal, golfa, subterránea o sumergida, va aumentado a medida que nos desplazamos hacia el sur; en el norte solo representa el 7,5% de la actividad económica mientras alcanza el 26% en Calabria y Sicilia. Estos cuatro aspectos hacen de Italia el país con mayor desigualdad regional de la UE.

El consenso

El aspecto más positivo del nuevo marco político es la buena disposición, tanto del vencedor (Berlusconi) como del vencido Veltroni, para alcanzar grandes pactos de estado que devuelvan a Italia al lugar que ha ocupado durante mucho tiempo como tercera economía europea. Este es un aspecto del que la clase política española debería tomar nota. De ahí que Rey de España, con motivo de la sesión solemne de apertura de la IX Legislaturaha, haya pedido ayer a los paridos políticos que frente a la dificultades e incertidumbres económicas debemos reaccionar con grandeza, diálogo, cohesión y solidaridad para retomar los niveles de crecimiento que hemos acumulado en más de una década.

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La necesidad de las reformas

El nuevo gobierno debe llevar a cabo una serie de reformas estructurales que permitan a Italia salir del letargo económico en el que se encuentra. Un letargo cuya manifestación más clara es el bajo nivel de crecimiento de la actividad económica. Efectivamente, el crecimiento económico, en los últimos 10 años, no ha superado el 1,5% de media anual. Una de las razones del bajo nivel de crecimiento es que la producción industrial italiana está estancada. Ello se debe a que la tercera mayor economía de la zona euro sufre en mayor medida que sus dos vecinos mayores (Francia y Alemania) la debilidad de la demanda doméstica y el impacto de la fortaleza del euro sobre las exportaciones. Esta mala situación económica permite que en estos momentos España tenga, por primera vez desde su entrada en la Unión Europea, una renta por habitante más elevada que Italia.


Esta mala coyuntura unida a la elevada incertidumbre han provocado que las empresas italianas no hayan invertido lo suficiente, quedándose obsoletas y encontrando serias dificultades a la hora de competir con las empresas de las economías emergentes. La mejora de la competitividad pasa por la necesidad de liberalizar los mercados de servicios públicos, privatizar empresas estatales en sectores como el transporte y la energía, luchar contra la corrupción y el crimen organizado y convencer a la sociedad civil de la necesidad de hacer frente a las reformas necesarias. Además Berlusconi prometió en camapaña electoral una fuerte reducción impositiva y una política de inversiones masivas basada en infraestructuras de grandes dimensiones (como la unión por carretera de la isla de Sicilia con el continente). La dificultad más importante de esta estrategia de política económica será encontrar la financiación necesaria que soporte por un lado la reducción de impuestos (ingresos) y por otro el aumento de la inversión pública, ya que a diferencia de España, Italia no goza de unas finanzas públicas saneadas. Tiene un déficit presupuestario superior al 2% del PIB y una deuda pública que representa el 104% del PIB por lo que el margen para llevar a cabo una política fiscal expansiva es muy reducido. Aunque la venta de bienes públicos y de empresas estatales le podría permitir ingresar la bonita cifra de 700.000 millones de euros.

Me gustaría enfatizar en que las reformas necesarias para reactivar la economía italiana pasan por un proceso de liberalización de la economía. Ello va a provocar que el mercado se ajuste de forma brusca y traumática; pero no menos cierto es que cuanto antes se produzca este ajuste antes resurgirá la economía. El efecto más perverso de estos ajustes será, sin duda, los despidos masivos y un aumento del paro. Todo ello puede generar una ambiente de crispación social pero es el precio que hay que pagar si se quiere reformar la economía italiana.

Las desigualdades regionales

Como decía muy bien en el diario El Mundo Felipe Sahahgún ("Los desafíos de Berlusconi") para que estas medidas a favor del mercado y la competencia sean eficaces y políticamente viables, tendrían que aplicarse de forma diferente en el norte, centro y sur del país. Italia  es una nación en la que se distinguen de forma muy clara estas tres regiones (norte, centro y sur). Primero,  el PIB por habitante del norte, centro y sur son muy distinto: 25.500 euros, 23.500 y 14.400 respectivamente. Segundo, la tasa de paro en el norte (4%) supone apenas un tercio de la del sur (12%), y la del centro representa la mitad de ésta última (6%); tercero, la productividad, que en el norte y el centro supera los 40.000 euros, en el sur apenas alcanza los 30.000 euros. Cuarto, la economía sumergida, paralela, irregular, negra, informal, golfa, subterránea o sumergida, va aumentado a medida que nos desplazamos hacia el sur; en el norte solo representa el 7,5% de la actividad económica mientras alcanza el 26% en Calabria y Sicilia. Estos cuatro aspectos hacen de Italia el país con mayor desigualdad regional de la UE.

El consenso

El aspecto más positivo del nuevo marco político es la buena disposición, tanto del vencedor (Berlusconi) como del vencido Veltroni, para alcanzar grandes pactos de estado que devuelvan a Italia al lugar que ha ocupado durante mucho tiempo como tercera economía europea. Este es un aspecto del que la clase política española debería tomar nota. De ahí que Rey de España, con motivo de la sesión solemne de apertura de la IX Legislaturaha, haya pedido ayer a los paridos políticos que frente a la dificultades e incertidumbres económicas debemos reaccionar con grandeza, diálogo, cohesión y solidaridad para retomar los niveles de crecimiento que hemos acumulado en más de una década.

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La necesidad de las reformas

El nuevo gobierno debe llevar a cabo una serie de reformas estructurales que permitan a Italia salir del letargo económico en el que se encuentra. Un letargo cuya manifestación más clara es el bajo nivel de crecimiento de la actividad económica. Efectivamente, el crecimiento económico, en los últimos 10 años, no ha superado el 1,5% de media anual. Una de las razones del bajo nivel de crecimiento es que la producción industrial italiana está estancada. Ello se debe a que la tercera mayor economía de la zona euro sufre en mayor medida que sus dos vecinos mayores (Francia y Alemania) la debilidad de la demanda doméstica y el impacto de la fortaleza del euro sobre las exportaciones. Esta mala situación económica permite que en estos momentos España tenga, por primera vez desde su entrada en la Unión Europea, una renta por habitante más elevada que Italia.


Esta mala coyuntura unida a la elevada incertidumbre han provocado que las empresas italianas no hayan invertido lo suficiente, quedándose obsoletas y encontrando serias dificultades a la hora de competir con las empresas de las economías emergentes. La mejora de la competitividad pasa por la necesidad de liberalizar los mercados de servicios públicos, privatizar empresas estatales en sectores como el transporte y la energía, luchar contra la corrupción y el crimen organizado y convencer a la sociedad civil de la necesidad de hacer frente a las reformas necesarias. Además Berlusconi prometió en camapaña electoral una fuerte reducción impositiva y una política de inversiones masivas basada en infraestructuras de grandes dimensiones (como la unión por carretera de la isla de Sicilia con el continente). La dificultad más importante de esta estrategia de política económica será encontrar la financiación necesaria que soporte por un lado la reducción de impuestos (ingresos) y por otro el aumento de la inversión pública, ya que a diferencia de España, Italia no goza de unas finanzas públicas saneadas. Tiene un déficit presupuestario superior al 2% del PIB y una deuda pública que representa el 104% del PIB por lo que el margen para llevar a cabo una política fiscal expansiva es muy reducido. Aunque la venta de bienes públicos y de empresas estatales le podría permitir ingresar la bonita cifra de 700.000 millones de euros.

Me gustaría enfatizar en que las reformas necesarias para reactivar la economía italiana pasan por un proceso de liberalización de la economía. Ello va a provocar que el mercado se ajuste de forma brusca y traumática; pero no menos cierto es que cuanto antes se produzca este ajuste antes resurgirá la economía. El efecto más perverso de estos ajustes será, sin duda, los despidos masivos y un aumento del paro. Todo ello puede generar una ambiente de crispación social pero es el precio que hay que pagar si se quiere reformar la economía italiana.

Las desigualdades regionales

Como decía muy bien en el diario El Mundo Felipe Sahahgún («Los desafíos de Berlusconi») para que estas medidas a favor del mercado y la competencia sean eficaces y políticamente viables, tendrían que aplicarse de forma diferente en el norte, centro y sur del país. Italia es una nación en la que se distinguen de forma muy clara estas tres regiones (norte, centro y sur). Primero, el PIB por habitante del norte, centro y sur son muy distinto: 25.500 euros, 23.500 y 14.400 respectivamente. Segundo, la tasa de paro en el norte (4%) supone apenas un tercio de la del sur (12%), y la del centro representa la mitad de ésta última (6%); tercero, la productividad, que en el norte y el centro supera los 40.000 euros, en el sur apenas alcanza los 30.000 euros. Cuarto, la economía sumergida, paralela, irregular, negra, informal, golfa, subterránea o sumergida, va aumentado a medida que nos desplazamos hacia el sur; en el norte solo representa el 7,5% de la actividad económica mientras alcanza el 26% en Calabria y Sicilia. Estos cuatro aspectos hacen de Italia el país con mayor desigualdad regional de la UE.

El consenso

El aspecto más positivo del nuevo marco político es la buena disposición, tanto del vencedor (Berlusconi) como del vencido Veltroni, para alcanzar grandes pactos de estado que devuelvan a Italia al lugar que ha ocupado durante mucho tiempo como tercera economía europea. Este es un aspecto del que la clase política española debería tomar nota. De ahí que Rey de España, con motivo de la sesión solemne de apertura de la IX Legislaturaha, haya pedido ayer a los paridos políticos que frente a la dificultades e incertidumbres económicas debemos reaccionar con grandeza, diálogo, cohesión y solidaridad para retomar los niveles de crecimiento que hemos acumulado en más de una década.

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