Una de las paradojas del mundo moderno es que los paises desarrollados se han acostumbrado a un suministro muy asequible desde terceros destinos, al mismo tiempo que año tras año se solicitan mejoras salariales impensables en dichos suministradores .
Pero algo esta cambiando y un tema a poner sobre la mesa es que pasará cuando los ciudadanos de esas economías emergentes quieran empezar a vivir como norteamericanos o europeos . El caso más claro es el de China. Durante los últimos 10 años, China ha experimentado deflación en tres de ellos, exportando esta deflación a los distribuidores occidentales que compraban sus productos en China, permitiendo un periodo extraordinariamente largo de crecimiento sin inflación en Europa. Los incrementos que sufrían los fabricantes chinos en costes, debido a la transformación que está sufriendo el país –impuestos o materias primas- se absorbían con aumentos de productividad y reducciones de márgenes.
Pero esta situación no es sostenible en el tiempo y además se basa en una perenne desigualdad entre el estilo de vida occidental y quienes , en este mundo globalizado, permiten una parte importante de ese crecimiento. Si la India o Brasil no pueden a corto plazo convertirse en proveedores alternativos a China, nos vamos a encontrar con que primero, la economía china va a trasladar a nuestro IPC parte de su inflación y que su continuo crecimiento en índices superiores al 9,5%, en este año , seguirán tirando al alza de los precios de los productos energéticos y de materias primas. ¿Se puede contener la inflación con estas perspectivas?
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