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Renovables y emergentes

De acuerdo con un estudio de la consultora New Energy Finance (NEF) publicado el pasado mes de enero, la inversión mundial en energías renovables alcanzó una cifra de 117.200 millones de dólares (79.603 millones de euros) en 2007, lo que supuso un crecimiento del 41% con respecto al año anterior. Esta tendencia promete consolidarse en un contexto de crecientes precios del petróleo y crecientes esfuerzos para el fomento de las renovables por parte de las naciones industrializadas comprometidas con la reducción de sus emisiones de CO2.

Este crecimiento del volumen de negocio se está viendo acompañado por una no menos dinámica transformación de la estructura del sector, que está asistiendo a una progresiva concentración de la propiedad de compañías antes independientes en manos de grandes multinacionales. El mayor tamaño de los participantes en la industria de las energías renovables impulsa a su vez la búsqueda de nuevas oportunidades en mercados emergentes.


El informe de NEF destaca para el ejercicio 2008 las oportunidades en el mercado asiático y el latinoamericano en la generación eólica y los biocombustibles. La inversión en energía eólica en Asia y Oceanía ascendió a unos 5.700 millones en 2007, superando los 4.400 millones en el continente americano. Las dinámicas economías asiáticas necesitan desesperadamente nuevas fuentes de energía; en un post [1]de hace unos meses en este blog aludíamos a un informe del Worldwatch Institute que mostraba un pujante y prometedor sector de energías renovables en China. Según este informe, es probable que la nación alcance, e incluso supere, su objetivo de obtener un 15% de su energía a partir de fuentes renovables en el año 2020. Más allá, si perdura el compromiso oficial de diversificar su aprovisionamiento energético y convertirse en un líder global en renovables, más del 30% de su generación podría ser de este origen hacia el 2050.

América Latina por su parte envía señales algo más confusas a los inversores internacionales. El modelo energético latinoamericano está siendo en los últimos tiempos objeto de evaluaciones internas y críticas a diferentes niveles. En particular, se critica la falta de aprovechamiento del enorme potencial de la región para desarrollar energías renovables, la insuficiencia de sus marcos regulatorios y apoyos públicos, e incluso el desconocimiento por parte de los propios países de los recursos con los que cuentan. La principal limitación de la región se encuentra en el escaso volumen de los proyectos, que con frecuencia presentan elevados costes de inversión y escasos incentivos. Encontramos notables excepciones en Brasil, uno de los líderes mundiales en biomasa, o Chile, cuya generación de energía hidráulica cubre el 7% del consumo energético nacional. México por su parte ha establecido un Foro de Evaluación de las Energías Renovables dentro de su Comisión Nacional de Ahorro de Energía.

En cualquier caso, como en alguna ocasión anterior he destacado en este blog [2], América Latina debería aprovechar el nuevo escenario mundial abierto tras Kioto como una oportunidad para desarrollar estas fuentes renovables, transformar su modelo energético y con ello el futuro económico de la región.