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Más madera …

El Instituto Nacional de Estadística ha publicado hoy el indicador adelantado del Índice de Precios al Consumo Armonizado (comparable con el resto de la eurozona) correspondiente al mes de enero. De acuerdo con este dato provisional, la inflación interanual española aumentó una décima en enero, hasta el 4,4%. De confirmarse el dato el próximo 15 de febrero, supondría la tasa más alta desde enero de 1997, cuando comenzó a elaborarse este indicador. Por su parte Eurostat estima que la inflación de la eurozona será del 3,2% en enero, una décima mayor que la del pasado mes de diciembre.


Como ya se ha discutido en numerosas ocasiones en este blog, el diferencial de inflación que presenta la economía española frente a la eurozona es un obstáculo fundamental en nuestro camino hacia la convergencia real. Unos precios que crecen consistentemente a tasas en torno a un 1% por encima de las de nuestros principales socios comerciales, que no son compensadas con mejoras de productividad y que dentro del gran mercado europeo ya no pueden ser aliviadas mediante el tipo de cambio, deterioran inexorablemente la competitividad de nuestros productos y con ello nuestras posibilidades de un mayor crecimiento futuro.

Con frecuencia hemos oído justificar esta mayor inflación frente a la media europea en nuestro mayor crecimiento relativo. Apoyaría esta afirmación el llamado efecto Balassa-Samuelson, que considera el impacto de los incrementos salariales en los sectores de bienes “no comercializables” causados por incrementos relativos mayores en la productividad de los sectores de bienes “comercializables” o expuestos a la competencia exterior. Sin embargo, el menor crecimiento relativo de la productividad del trabajo y total española frente a la europea en los últimos años no parece dar soporte a esta hipótesis. Parece más adecuado vincular mayor crecimiento y diferencial de inflación a otras razones, como la mayor demanda de servicios (no expuestos a la competencia exterior) a medida que crece la renta de las familias, a la falta de competencia interna en éste y otros sectores, y en general a las diferentes rigideces y carencias en el lado de la oferta de la economía española.

Otra justificación a la creciente inflación española se ha buscado en el repunte del precio del petróleo y el encarecimiento de algunos alimentos, factores exógenos a nuestra economía, como hoy se encargan de recordar una vez más fuentes del Ministerio de Economía. Un vistazo al comportamiento reciente de la inflación subyacente (al margen del comportamiento de los productos energéticos y alimentos sin elaborar) obliga a relativizar, cuando menos, esta segunda justificación. Así, la inflación subyacente española ha crecido consistentemente desde marzo del pasado año, cuando registró un aumento del 2,5%, hasta diciembre de 2007, con un aumento del 3,4%; en el mismo período el correspondiente indicador de la eurozona pasó del 1,9% al 2,3%. De este modo, la inflación “endógena” a nuestra economía, no atribuible a factores externos, compartidos al fin y al cabo con nuestros socios europeos, ha aumentado en los últimos meses más del doble que la de estos últimos.

De nuevo, nos recuerda el Ministerio que los malos datos se “reconducirán” a finales de año. ¿Podemos seguir esperando?