Tras más de dos semanas de intenso trabajo, el pasado martes concluyó la Conferencia de las Partes (COP) de Bali, con resultados cuando menos agridulces. Tras Bali, permanece vigente buena parte de la incertidumbre que destacábamos en el estudio sobre los escenarios post-Kioto presentado el pasado verano en el IE.
En el lado positivo de la balanza, la conferencia de Bali ha cumplido su principal objetivo: lanzar negociaciones formales durante los próximos dos años entre las 192 partes de la UN Framework Convention on Climate Change (UNFCCC) para concluir en un plan de acción a partir del 2012. Este resultado, que puede parecer una cuestión baladí dado que el actual esquema del Protocolo de Kioto “caduca” indefectiblemente en esa fecha, alcanza su relevancia si se tiene en cuenta que el propio Protocolo establecía que las negociaciones sobre los compromisos posteriores al 2012 deberían comenzar como muy tarde en 2005 y acabar en 2005. Las dos anteriores COPs, celebradas en Montreal en 2005 y Nairobi en 2006, tan sólo alcanzaron acuerdos genéricos con respecto la necesidad de una nueva revisión del Protocolo, en ambos casos en el marco de un diálogo informal entre las partes implicadas.
Adicionalmente, la conferencia de Bali ha establecido el encuentro programado en Copenhague en el año 2009 como fecha límite para ese nuevo acuerdo global, junto a una “hoja de ruta” para guiar tales negociaciones formales durante los dos próximos años. Este plan se apoya en cuatro pilares básicos sobre los que se deberán alcanzar acuerdos concretos en este período: establecimiento de limitaciones y reducciones en las emisiones para la mitigación del cambio climático; establecimiento de medidas para la adaptación al cambio climático; desarrollo y transferencia de tecnologías limpias; y desarrollo de esquemas de financiación e inversión en apoyo de las anteriores medidas.
Sin embargo, puede resultar frustrante que no se hayan establecido compromisos más concretos en cuanto al destino de esa “ruta”. En particular, el acuerdo no recogió de modo explícito la necesidad señalada por los científicos del IPCC de reducir las emisiones entre el 25 y el 40% en el período 1990-2020 y a la mitad en 2050. No se alcanzaron en definitiva las aspiraciones de la UE de establecer objetivos de reducción concretos.
Así, el acuerdo alcanzado esta semana en Bali ha recorrido tan sólo parte del camino para resolver el desencuentro que destacaba en mi anterior post entre los intereses de las economías emergentes y los intereses de las economías avanzadas más reticentes, en particular los EEUU. En cuanto a las primeras, se alcanzaron importantes decisiones en materia de adaptación, deforestación y tecnología que permitirán responder a sus principales preocupaciones al tiempo que contar con un mayor compromiso por su parte en un acuerdo post-2012. En cuanto a los EEUU, se consiguió su firma en el límite de la agenda, tras perder a Australia como aliado y ser presionados por el resto de la comunidad internacional a mostrar el liderazgo que han prometido en la lucha contra el cambio climático o, literalmente, dejar el paso libre a las demás naciones para resolver el problema.
Sin duda la llegada a buen puerto de esa ruta entre Bali-2007 y Copenhague-2009 pasa por la parada en Washington-2008. El destino del Protocolo de Kioto está en manos de los electores estadounidenses y del rumbo que tome su próxima Administración frente a esta cuestión. ¿Apuestas?
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