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¿Se puede aprender de Singapur?

El 27 de septiembre Beltrán Caruana hacía un comentario sobre Singapur en un post que escribí sobre el informe Doing Business 2008 que publicó el Banco Mundial [1]. En esta edición de 2008 de Doing Business, Singapur repite como el mejor país del mundo en cuanto a marco para hacer negocios, además Singapur también ha vuelto a ocupar el primer puesto en el índice mundial de globalización [2]que elaboran la consultora AT Kearney y la revista Foreign Policy y que se ha publicado esta semana.

Pues bien encontré un artículo muy interesante sobre Singapur escrito por Seth Mydans y Wayne Arnold en el Herald Tribune titulado «Lee Kuan Yew, founder of Singapore, changing with times». [3]Más que un artículo es una entrevista al primer presidente y fundador de Singapur Lee Kuan Yew, un abogado educado en Reino Unido que gobernó Singapur durante 31 años. Lee convirtió una isla palúdica en un moderno centro financiero con un perfil propio del primer mundo. Lee, que renunció a su cargo de Primer Ministro en 1990 ha dejado el gobierno en manos de su hijo mayor, Lee Hsien Loong. Desde la fundación de Singapur el gobierno ha recibido continuas acusaciones de que tiene sometida a la población a un control demasiado estricto, mantiene a raya a la prensa, coarta la libertad de expresión, socava la democracia, pisotea a los disidentes y atrofia el carácter emprendedor y creativo de sus ciudadanos.


Desde su difícil nacimiento en 1965, cuando Singapur fue expulsado de Malasia, el país es un motor económico con uno de los ingresos per cápita más elevados del mundo y escuelas y servicios sanitarios y públicos de calidad que la han convertido en un imán para la mano de obra mundial. Los extranjeros constituyen aproximadamente una quinta parte de sus 4,5 millones de habitantes. Es una nación con unos recursos naturales muy escasos y sin una cultura común: una mezcla fracturada de chinos, malayos e indios que recurren a su ingenio para mantenerse a flote y prosperar. Singapur se cimentó sobre los “valores asiáticos”: jerarquía, sobriedad, austeridad, ahorro, respeto y orden.

“Si tuviéramos petróleo y gas, ¿cree que podría conseguir que la gente hiciera esto?”, pregunta Lee. Y contesta “No. Si tuviera petróleo y gas, tendría a un pueblo distinto, con otras motivaciones y expectativas. Nuestro éxito se debe a que no tenemos petróleo ni gas y como no lo tenemos por eso nos esforzamos y progresamos”. («Supposing we had oil and gas, do you think I could get the people to do this? No. If I had oil and gas I’d have a different people, with different motivations and expectations. It’s because we don’t have oil and gas and they know that we don’t have, and they know that this progress comes from their efforts,» he said. «So please do it and do it well.»)

Pese a su éxito, Lee, de 83 años, sigue alerta a los peligros que pueden acechar en el horizonte lejano: el ascenso de China en la región mientras EEUU mira hacia otro lado, el embate de la economía mundial e incluso el cambio climático. Piensa que se debe proteger la isla con diques contra el ascenso de las mareas provocado por el calentamiento global. “Empecemos a pensar en ello ahora”, declaraba durante la entrevista. “Si el agua sube tres, cuatro o cinco metros, ¿qué nos ocurrirá?, dice riéndose. “Medio Singapur desaparecerá”. («If the water goes up by three, four, five meters,» he said, laughing, «what will happen to us? Half of Singapore will disappear.»)

De la entrevista con Lee [3]se pueden hacer muchas preguntas ¿Existe la llamada maldición de los recursos naturales [4]? ¿Cuáles son las principales diferencias entre América Latina y Asia? ¿Hace bien Singapur en prepararse para el cambio climático? ¿Sistemas políticamente dicatatoriales omo los de Pinochet y Deng Xiaoping pueden sentar las bases para un elevado nivel de crecimiento económico?