La difícil valoración del alcance y duración de la crisis financiera que está amenazando la estabilidad de los mercados en las últimas semanas va a dificultar las próximas decisiones de los bancos centrales. Hasta ahora las inyecciones extraordinarias de dinero a corto plazo han intentado cortar de raíz un problema de liquidez que sorprendentemente se ha manifestado con mucha intensidad en un mercado tan importante como el interbancario. Las entidades financieras son agentes con mucha información y capacidad de análisis y cuándo se han mostrado renuentes a prestar a otros bancos, eso significa que el riesgo de liquidez se han transformado en riesgo de solvencia. Y en esas estamos, en un proceso de reevaluación global al alza de los riesgos de crédito. Un proceso del que se ha venido advirtiendo en los últimos meses (años) que era necesario y positivo con una visión de medio plazo, pero que en el corto plazo puede hacer pagar a justos por pecadores. Aunque hablando de culpables, el papel de las agencias de “rating” en esta crisis vuelve a ser digno de estudio. Ayer S&P rebajó la calificación de un par de vehículos financieros de AAA a CCC.
Por tanto, el primer objetivo de los bancos centrales debe ser recuperar la confianza en el sistema financiero, además de intentar que la liquidez llegue a la parte de los mercados financieros donde prácticamente se ha secado. Eso es necesario para poder valorar las posiciones y, por tanto, para saber el alcance de la crisis. Pero a partir de ahora, los bancos centrales se enfrentan una vez más a un riesgo de “moral-hazard”. Si se “pasan” en el rescate al mercado, eso incentivará otra vez la toma de posiciones arriesgadas en cuánto amaine el temporal. De manera que podemos seguir enlazando burbujas que antes o después provocarán una recesión mundial. Esa parece la tentación en la que está a punto de caer la FED y no olvidemos que las bajadas en 1998 terminaron dando alas a la burbuja bursátil que explotó poco tiempo después.
Frente a ello, me parece más correcta la postura del BCE, que aún contribuyendo a la estabilización del sistema financiero a corto plazo, parece que no ha cambiado la senda de actuación de cara al medio plazo. Es decir, mientras no tenga claro que la inestabilidad reciente va a incidir en sus previsiones de crecimiento e inflación a medio plazo no cambiará sus objetivos de tipos para los próximos meses.
Es como si entre la FED y el BCE hubiera divergencias en los efectos de lo ocurrido en agosto sobre la economía real. Y, como hoy escribía en FT el economista-jefe del Banco de Irlanda, los dos no pueden tener razón a la vez. En este sentido, mis previsiones son que la FED bajará los tipos de interés en 50-75 pb en los dos próximos meses, mientras el BCE no los elevará en septiembre, pero sí en el último trimestre del año hasta el 4,50%.
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