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    [post_content] => Leo en la prensa de hoy que, después de 3 años, Rosa Regás ha dimido de su cargo de Directora de la Biblioteca Nacional de España. De esta señora ya hemos dicho algo en este blog de economía. De ella es también el intento de defenestrar la estatua de Marclino Menéndez Pelayo de la Biblioteca Nacional. Menéndez y Pelayo (1856-1912) fue un ilustre pensador y escritor y director de la Biblioteca Nacional de España durante 14 años.

Siendo Don Marcelino Menéndez Pelayo director de la Biblioteca Nacional se le presentó en cierta ocasión un señor que deseaba conocer ciertos detalles de la Biblioteca. Detalles que el ilustre sabio no pudo suministrarle.
El individuo aquel, un poco impertinente, se atrevió a decirle:
- Pues debería saberlo. El Estado le paga para que lo sepa.
- Disculpe usted –dijo, afable, Don Marcelino-. El Estado me paga por lo que sé. Si me pagase por lo que no sé, no le bastaría para pagarme ni  todo el patrimonio nacional.


A propósito de este tema me parece interesante señalar que en ocasiones, los lectores de este blog de economía, preguntáis en vuestros comentarios por algunos temas que desconocemos. La mayoría de las veces buscamos información y contestamos. Otras veces no nos es posible. No es ningún secreto: no sabemos de todo. A veces sabes y otras veces no.  En clase pasa tres cuartos de lo mismo: a veces los alumnos preguntan temas o asuntos que desconocemos. Si el tema en cuestión está relacionado con la materia de explicación y discusión en el aula solemos contestar: me entero y mañana te digo.  A D. Marcelino, uno de los hombres más sabios de su tiempo, pensaba que ignoraba infinitamente más de lo que sabía. Sócrates, en su humildad, llego a pensar que no sabía nada. Quizás en eso radique la sabiduría: en saber que hay muchas cosas, la mayoría, que no se saben.


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28
Ago

En que consiste la sabiduría

Escrito el 28 agosto 2007 por en Miscelánea

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Siendo Don Marcelino Menéndez Pelayo director de la Biblioteca Nacional se le presentó en cierta ocasión un señor que deseaba conocer ciertos detalles de la Biblioteca. Detalles que el ilustre sabio no pudo suministrarle.
El individuo aquel, un poco impertinente, se atrevió a decirle:
- Pues debería saberlo. El Estado le paga para que lo sepa.
- Disculpe usted –dijo, afable, Don Marcelino-. El Estado me paga por lo que sé. Si me pagase por lo que no sé, no le bastaría para pagarme ni  todo el patrimonio nacional.


A propósito de este tema me parece interesante señalar que en ocasiones, los lectores de este blog de economía, preguntáis en vuestros comentarios por algunos temas que desconocemos. La mayoría de las veces buscamos información y contestamos. Otras veces no nos es posible. No es ningún secreto: no sabemos de todo. A veces sabes y otras veces no.  En clase pasa tres cuartos de lo mismo: a veces los alumnos preguntan temas o asuntos que desconocemos. Si el tema en cuestión está relacionado con la materia de explicación y discusión en el aula solemos contestar: me entero y mañana te digo.  A D. Marcelino, uno de los hombres más sabios de su tiempo, pensaba que ignoraba infinitamente más de lo que sabía. Sócrates, en su humildad, llego a pensar que no sabía nada. Quizás en eso radique la sabiduría: en saber que hay muchas cosas, la mayoría, que no se saben.


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Siendo Don Marcelino Menéndez Pelayo director de la Biblioteca Nacional se le presentó en cierta ocasión un señor que deseaba conocer ciertos detalles de la Biblioteca. Detalles que el ilustre sabio no pudo suministrarle.
El individuo aquel, un poco impertinente, se atrevió a decirle:
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A propósito de este tema me parece interesante señalar que en ocasiones, los lectores de este blog de economía, preguntáis en vuestros comentarios por algunos temas que desconocemos. La mayoría de las veces buscamos información y contestamos. Otras veces no nos es posible. No es ningún secreto: no sabemos de todo. A veces sabes y otras veces no. En clase pasa tres cuartos de lo mismo: a veces los alumnos preguntan temas o asuntos que desconocemos. Si el tema en cuestión está relacionado con la materia de explicación y discusión en el aula solemos contestar: me entero y mañana te digo. A D. Marcelino, uno de los hombres más sabios de su tiempo, pensaba que ignoraba infinitamente más de lo que sabía. Sócrates, en su humildad, llego a pensar que no sabía nada. Quizás en eso radique la sabiduría: en saber que hay muchas cosas, la mayoría, que no se saben.

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