En su post de ayer, Rafa nos hablaba sobre la falta de competitividad de la economía europea y finalizaba lanzando algunas preguntas en torno a su productividad. No es éste un concepto sencillo y me ha parecido oportuno añadir alguna información al respecto.
En las economías desarrolladas, el crecimiento de la productividad del trabajo suele ser el determinante más importante de las mejoras a más largo plazo del producto potencial y del nivel de vida. Con frecuencia, la evolución del nivel de vida medio de una economía se mide en términos de PIB real per cápita y, en consecuencia, depende más del número de personas sobre las que recae esa producción que del número de personas u horas que son necesarias para su obtención. Al mismo tiempo, las medidas del PIB per cápita y del PIB por hora trabajada están conceptualmente relacionadas. La diferencia entre ambas, que refleja las horas trabajadas por habitante, pone de manifiesto hasta qué punto se utiliza en el proceso de producción el trabajo potencialmente disponible.
Para entender la situación de la productividad en la zona euro en la actualidad, es importante echar la vista atrás, a las dos décadas pasadas, y resulta interesante hacer una comparación con EEUU como referencia. Los datos que manejan el BCE y la Comisión indican que el descenso observado en el crecimiento medio de la productividad del trabajo en la zona del euro entre la década de los 1980 y la de los 1990 tuvo su origen en el menor crecimiento de la intensificación del uso del capital y de la productividad total de los factores. En general, los resultados apuntan a que la evolución de la productividad en la zona euro podría mejorar si se eliminaran los obstáculos estructurales que adoptan la forma de rigideces en los mercados de trabajo y de productos. La impresionante trayectoria de la productividad de la economía estadounidense desde la segunda mitad de la década de los 1990 debería llevar a preguntarnos por qué la evolución ha sido menos favorable en la zona euro.
En los términos que nos ocupan, ha habido dos ciclos de larga duración en el período que comenzó en 1980, que se extendieron, respectivamente, desde el mínimo cíclico registrado en 1981 hasta el mínimo de 1993 y desde entonces hasta el que se produjo en 2003. Desde principios de los años 1980, el crecimiento de la productividad per cápita de la zona euro ha sido, en promedio, inferior al de EEUU. En los años 1980, la brecha se debió a la trayectoria divergente del grado de utilización del factor trabajo, positiva en EEUU y negativa en la zona euro, mientras que el crecimiento de la productividad por hora trabajada fue más elevado en la zona euro y contribuyó intensamente a reducir la brecha. Esta situación cambió en la década de los 1990, cuando la brecha entre la zona euro y EEUU en lo que respecta al crecimiento de la utilización del factor trabajo fue mucho menor, mientras que, al mismo tiempo, la zona euro dejó de registrar ese mayor crecimiento en cuanto a la productividad. La evolución de los últimos años indica que estos cambios relativos en las contribuciones al crecimiento per cápita han seguido produciéndose. En general, el descenso del crecimiento de la productividad agregada en el período comprendido entre la década de los 1980 y de los 1990 en la zona euro, parece deberse a la menor contribución de la intensificación del uso del capital y de la productividad total de los factores.
La persistente ralentización del crecimiento de la productividad en la zona del euro también puede deberse, en parte, a un mayor crecimiento del empleo en comparación con períodos anteriores, consecuencia de la creciente actividad y de la reincorporación de parados al mercado de trabajo. No obstante, a diferencia de EEUU, las presiones a la baja sobre el crecimiento de la productividad asociadas a un intenso crecimiento del empleo no se han visto compensadas por un mayor crecimiento de la productividad total de los factores. Uno de los motivos de que se haya registrado un descenso en lugar de un incremento en el crecimiento de la productividad total de los factores de la zona euro parece residir en que el impacto de la producción y el uso del capital TIC (nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones) han sido relativamente moderados hasta ahora. Esto puede estar relacionado, en cierta medida, con el hecho de que los sectores de servicios consumidores de TIC, que han contribuido sustancialmente al crecimiento de la productividad agregada en EEUU, siguen teniendo una magnitud relativamente reducida en la zona euro.
En general, la productividad del trabajo per cápita todavía es inferior a la de los EEUU, aunque ello se debe en buena medida a que los europeos prefieren tener más tiempo libre y más días de vacaciones. En términos de productividad por hora trabajada, la diferencia entre la UE y los EEUU es menor. Pero lo preocupante en definitiva es que la productividad europea está evolucionando actualmente a un ritmo inferior a la de los EEUU, ampliándose la diferencia al respecto. Numerosos informes coinciden en que se debe a una menor utilización TIC y a unos niveles de inversión insuficientes. Sin embargo, otros estudios llegan a la conclusión de que el problema fundamental no reside únicamente en la falta de tecnologías de la información, como se ha sugerido tantas veces, sino básicamente en la ausencia de profundidad en la aplicación de ese capital a los procesos productivos, con reflejo directo en la productividad del trabajo y, además, en una menor productividad total de los factores de producción que se achaca a menores gastos en I+D+I. El problema parece residir en que muchas empresas europeas siguen siendo reticentes a invertir en TIC y herramientas avanzadas de e-business, mientras que los EEUU, y también otros países como Japón, China o Corea del Sur, sí han estimulado con ellas en mayor medida el crecimiento económico y la productividad.
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