Hoy se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, como cada 5 de junio desde 1972, año en que la Asamblea General de la ONU aprobó la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). En esta ocasión la celebración coincide con algunos movimientos de potencial trascendencia en el debate internacional sobre el principal de los problemas ambientales, el cambio climático global.
Por una parte, el Gobierno de EEUU, primer país emisor de gases de efecto invernadero y contrario a asumir las obligaciones derivadas del Protocolo de Kioto, presentó el pasado jueves su “estrategia de lucha contra el cambio climático”. Si bien el anuncio supone un importante cambio en la actitud en la Administración Bush, el plan ha sido catalogado por los más críticos como una simple “estrategia diplomática” con el fin de eludir una vez más compromisos concretos e imponer una agenda propia al margen de los acuerdos establecidos. En su propuesta, EEUU convoca a una cumbre durante el próximo otoño a los 15 principales países emisores de gases de efecto invernadero, incluyendo a las principales economías emergentes como China e India, de la que con toda seguridad no se derivarán medidas concretas y de obligatorio cumplimiento para los países invitados. La credibilidad del plan estadounidense se resiente al haberse hecho público tan sólo unos días antes de la cumbre del G-8 que comienza mañana, y en la que Merkel pretendía acordar un límite de dos grados en el incremento de la temperatura global y una reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero del 50% en el año 2050 frente a los niveles de 1990.
Por otra parte, China, segundo país emisor tras EEUU, aunque exento de obligaciones en el marco de Kioto, también hizo público su propio plan contra el cambio climático en vísperas de la cumbre del G-8, a la que asistirá su presidente Hu Jintao. Tampoco fija compromisos concretos de reducción de sus crecientes emisiones, pero se compromete a controlarlas reduciendo su consumo energético en un 20% en 2010. De nuevo, aunque abre la puerta al optimismo, con este anuncio China refuerza una posición ya conocida, en la que antepone su desarrollo y modernización económica a la asunción de costes ambientales que considera responsabilidad de los países desarrollados.
Parece en definitiva poco probable que la cumbre del G-8 de mañana permita alcanzar, como pretendía Merkel, unos objetivos concretos que pudieran servir de base a las negociaciones que comenzarán a finales de año en el marco de la ONU sobre el llamado período “post-Kioto” (2012 en adelante). Treinta y cinco años después de su creación, el PNUMA no parece pasar por sus mejores momentos.
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