Mañana día 25, la Unión Europea (UE) celebra el cincuenta aniversario de la firma del Tratado de Roma. No quisiera dejar pasar este aniversario sin criticar su política más insolidaria: la Política Agraria Común (PAC). Porque cuando la UE protege a sus agricultores financiando sus excedentes, lo que en realidad está provocando es una distorsión en el mercado que impide a muchos países pobres exportar su producción agraria. De esta forma se les niega la posibilidad de obtener las divisas que necesitan para comprar tecnología y poder llevar a cabo su desarrollo económico. Así, por ejemplo, el coste de la PAC es más de 3 veces mayor que las Ayuda Oficial al Desarrollo. ¿Qué quieren los países pobres? Menos ayuda y más comercio (menos PAC).
Además, este costosísimo pilar de la UE, que es la PAC, genera, como casi todas las subvenciones, ineficiencias. Los ciudadanos europeos consideran, con razón, que el nivel de precios de los productos agrícolas que genera la PAC no están justificadas y que la insolidaridad internacional que provoca tampoco. Además el reparto de las ayudas no favorece la distribución de la renta. Así, por ejemplo, España recibe de Bruselas 4.775 millones de euros al año en concepto de ayudas agrarias. Analizando el reparto de estas ayudas se observa que el 80% de dicha ayuda la reciben menos del 20% de los agricultores (o lo que es lo mismo más del 80% de los agricultores reciben el 20% de las ayudas). ¿Cuál es el criterio de reparto? El nº de hectáreas de explotación y/o el de cabezas de ganado por productor. ¿A quien favorece? A los grandes propietarios.
En definitiva, la PAC, actúa como un freno al desarrollo de países muy necesitados y afecta negativamente al bolsillo de los europeos. De ahí que desde hace años la UE esté reformando la PAC, no solo por su excesivo coste sino también por el desequilibrio psicológico internacional que se produce al coexistir una situación de abundancia (excedentes) junto con una de pobreza extrema. Desde la perspectiva de la economía mundial en su conjunto, la existencia de excedentes en unas zonas y graves deficiencias en otras, provoca una repugnancia lógica en los individuos, que sienten como fuerzas absurdas, ajenas al mercado, manejan la organización de la producción, distribución y consumo de alimentos. Este 50º aniversario abre una oportunidad para liberalizar un poco más la PAC y, por tanto, el comercio mundial.
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