A finales del siglo XIX una catástrofe ecológica sin precedentes estaba en ciernes, según pronosticaban los principales profetas de la época. El desarrollo económico tenía como una de sus consecuencias el crecimiento urbano masivo y, puesto que el medio de transporte fundamental estaba ligado a los caballos, se planteaba el problema de qué hacer con la creciente e ingente acumulación de excrementos y estiércol. No se trataba sólo de un problema técnico de gestión de residuos. Lo que más preocupaba era la catástrofe sanitaria que se avecinaba: fiebres tifoideas y enfermedades respiratorias por doquier.
Hoy nadie se acuerda de estas predicciones catastrofistas. Pero como señala Xavier Sala i Martín, en unos esclarecedores artículos sobre el cambio climático publicados en La Vanguardia entre febrero y mayo de este año, los que permanecen son los augures de la desgracia, pero transformados. Uno de los mayores protagonistas de esta nueva corriente es Al Gore, que en su película “Una verdad incómoda” nos ilustra sobre cómo el calentamiento global del planeta va a elevar el nivel del mar siete metros provocando todo tipo de desgracias.
No había pensado escribir esta semana sobre el cambio climático en este blog de economía. Pero como veo que en los últimos días mis compañeros Javier y Rafael han elegido temas relacionados con este asunto, no he podido resistirme. Reconozco que el debate sobre el cambio climático me divierte. Cuando quiero reírme un rato, investigo cuáles han sido las últimas declaraciones de los integristas defensores de las actuaciones urgentes para frenar el cambio climático.
Del cambio climático habla mucha gente, cada uno con sus intereses. Intentaré ceñirme a las posturas científicas y dejar a un lado a los propagandistas. Hasta ahora el único punto sobre el que los científicos se han puesto de acuerdo en relación con esta materia es que la tierra se ha calentado (menos de un grado centígrado) en el último siglo. A partir de ahí, las opiniones están enfrentadas y el debate se enturbia. Creo que es un tema al que hay que aproximarse con gran prudencia, algo que no se está haciendo hoy día, así que a continuación voy a dejar simplemente unas pinceladas, a modo de argumentos, para combatir las posiciones de los fundamentalistas del cambio climático.
En primer lugar, qué dicen los científicos sobre el calentamiento global y la inevitable desaparición del hielo de la Antártida. Resulta curioso, pero según los científicos el calentamiento, en primer lugar, no es global y, en segundo lugar, no lo va a experimentar la Antártida. Un organismo tan poco sospechoso de estar al servicio de los “demonios” del cambio climático (petroleras, etc.), sino más bien lo contrario, como es el Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU publicó un informe a principios de este año en el que se reafirmaban, entre otras, dos ideas: la primera, que las temperaturas en la Antártida no sólo no han subido, sino que han bajado (página 9) y, en segundo lugar, que se espera que su masa de hielo aumente durante el próximo siglo (página 13).
En la película de Al Gore se asegura que la ola de calor que provocó 34.000 muertos en Europa en 2003 es consecuencia del cambio climático, y se pronostican millones de muertos en los próximos años. Pues bien, nuevamente el IPCC afirma que el ejemplo europeo no está relacionado con el incremento de CO2. Y, por cierto, Sala i Martín hace un comentario muy fino en uno de sus artículos: “para ser intelectualmente honesto, a la cantidad de gente que se morirá por culpa del calor, Gore debería restar la gente que dejará de morir de enfermedades relacionas con el frío (hipotermias, gripes, enfermedades respiratorias y cardiovasculares relacionadas con las bajas temperaturas, etc). La película no explica que durante ese mismo 2003 catastrófico en que murieron 34.000 europeos por la ola de calor, también murieron 100.000 europeos de frío.”
No sé si soy un escéptico de los riesgos del cambio climático. Creo que todo depende de con qué lo comparemos. La pregunta que me hago y sobre la que escribiré el próximo lunes es si el cambio climático es el principal problema que afronta la humanidad, lo que justificaría destinar la mayor parte de nuestros esfuerzos y recursos a su solución, o si, por el contrario, otros problemas (la pobreza, el sida, etc.) son más acuciantes. Es una cuestión de prioridades y el gran mal que los profetas del cambio climático podrían estar provocando es desviar nuestra atención de aquello que es verdaderamente importante.
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