El semanario The Economist ofrecía hace poco (26 de mayo-1 de junio) un especial de tres páginas titulado Marriage in America dedicado a explicar las conclusiones de numerosos estudios que muestran la superioridad social de la familia tradicional y más en concreto del matrimonio frente a las demás formas de convivir y tener descendencia. Buena parte de los datos que ofrece The Economist están referidos a Estados Unidos y fueron obtenidos en Why Marriage Matters. Desde distintas perspectivas, The Economist muestra que el matrimonio da los mejores resultados en los distintos indicadores de desarrollo humano, tanto para los adultos como para los niños: bienestar material, productividad laboral, salud física y psíquica, rendimiento escolar, tasa de alcoholismo y drogadicción. Las conclusiones de Why Marriage Matters (he encontrado un resumen en castellano) ponen de relieve que los beneficios que el matrimonio aporta a las familias y a la sociedad, justifica que sea tratado como una opción social preferente.
El divorcio aumenta la pobreza y el deterioro social.
The Economist menciona también una investigación de Adam Thomas e Isabel Sawhill, que analiza el impacto económico de las rupturas familiares. Estos profesores llegaron a la conclusión de que si en Estados Unidos no hubieran subido los índices de divorcio y de cohabitación de 1960 a 1998, la tasa de pobreza infantil, entre la población negra, se habría quedado en el 28,4%, en vez del 45,6% registrado al final del periodo. En el caso de los blancos, no habría pasado del 11,4%, en lugar de llegar al 15,4%. Los estudios citados por The Economist muestran que no todas las uniones afectivas son iguales. Así Mary Parke, del Center for Law and Social Policy, concluye que los hijos de familias monoparentales tienen mayores probabilidades de ser pobres que quienes viven con sus dos padres biológicos (26% frente al 5%). En este sentido, también la formación escolar y los resultados académicos dependen del ambiente familiar: mejoran cuando el entorno es estable y no existen conflictos importantes. El artículo del Economist (The frayed know) señala también que el 30% de los hijos de divorciados afirmaba tener malas relaciones con su madre, frente al 16% de los jóvenes cuyos padres seguían casados.
La importancia de la familia
Sobre un tema parecido escribía ayer MARGARITA RIVIÈRE un artículo en El País titulado “Decadencia de las clases medias” donde defiende que las familias españolas han sido y todavía son generadoras de una gran parte del bienestar económico y social de España; lo que significa también que ahorran al estado un ingente gasto público ya que ocupan privadamente un espacio que se suele publicitar como tarea propia del Estado de bienestar. En las familias españolas los padres ayudan a sus hijos a emanciparse (ayudándoles con la hipoteca o evitándoles la hipoteca) o dándoles cobijo, al tiempo que también se ocupan de los abuelos y de sus achaques. Menciona también a esas jóvenes abuelas -y abuelos- que cuidan a sus nietos a la par que dan compañía y atención directa a sus propios padres ya viejos. Las familias resuelven también, importantes problemas en el comportamiento de los individuos y son motor económico y amortiguador social del país. El artículo de Rivière concluye que afortunadamente la familia no está en decadencia ¿o sí?
¿Son las familias las que tiran de la maquinaria económica de un país? ¿Si las familias se deterioran quien las va a sustituir como motor económico y amortiguador social? ¿Ese deterioro de la unidad familiar consolidará nuevas y vertiginosas desigualdades sociales?
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