La Comisión Europea recomendó esta semana el ingreso en el euro de Malta y Chipre a partir del 1 de enero de 2008, tras constatar que ambos países cumplen con los requisitos económicos y legales establecidos en el Tratado de Maastricht. Esta propuesta, que deberá ser ratificada el próximo mes de junio en la cumbre de jefes de Estado y Gobierno de la Unión, elevará a quince los países que forman parte de la moneda única, puesto que Eslovenia se sumó a principios de este año a los doce países fundadores.
La adopción del euro es obligatoria para todos los países que forman parte de la Unión Europea, salvo para Reino Unido, Dinamarca y Suecia, puesto que ya estaban dentro de la Unión cuando se creó la moneda única y decidieron no sumarse a ella. Pero el resto de países (Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria), tendrán que ir incorporándose a la eurozona en la medida en que sus economías se vayan adaptando a los criterios de convergencia de Maastricht. Por tanto, el deseo del ejecutivo polaco de convocar un referendum en 2010 para dilucidar su entrada en el euro (cuando obligatoriamente deberá hacerlo más pronto o más tarde), parece a todas luces fuera de lugar y sólo cabe entenderlo dentro del peculiar y nacionalista estilo de gobierno de los gemelos Lech y Jaroslaw Kaczyński (Presidente y Primer Ministro respectivamente).
Volviendo a Malta y a Chipre, cabe destacar que, desde su entrada en la Unión Europea en mayo de 2004, sus economías se han adaptado muy bien a los niveles de inflación, de tipos de interés, de déficit y de deuda pública que fija el Tratado de Maastricht, por lo que nada invita a pensar que su incorporación puede presentar problemas. Sólo la hipotética reunificación de la isla de Chipre (que permanece dividida en dos entidades desde que en 1974 las tropas turcas invadieron el norte de la isla y fundaron la República Turca del Norte de Chipre), podría tener consecuencias indeseadas en términos presupuestarios. Por otra parte, todo hace pensar que los países bálticos (Lituania, Letonia y Estonia), serán los siguientes países en incorporarse a la moneda única, una vez solucionen las tensiones inflacionistas de sus economías.
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