El jueves los ciudadanos británicos están llamados a las urnas para votar si siguen o no en la Unión Europea (UE). Tras una campaña que no ha dejado a nadie indiferente, las encuestas están dando como ganadora a la opción de que el Reino Unido abandone la UE. En las últimas semanas, la probabilidad del Brexit se ha incrementado, pero el resultado final del referéndun estará en manos de los indecisos, que se sitúan en torno al 20% del electorado.
Esta incertidumbre está generando una gran conmoción en los mercados mundiales y en las decisiones de política económica, tales como la abrupta depreciación de la libra (más del 11% en los últimos meses), la decisión de la FED de aplazar la normalización de sus tipos de interés, la fuerte bajada de las bolsas, el apetito hacia valores refugio como es el bono alemán o el oro (ha subido un 6% en el último mes), la subida generalizada de la prima de riesgo de los bonos de los países periféricos de la UE o la reducción del precio del petróleo durante la última semana (-9%).
Colapso económico
En definitiva, la economía mundial se está resintiendo ante la posibilidad de que el Brexit se convierta en una realidad. Pero los efectos más negativos se producirían en la propia economía británica. Sus exportaciones tendrían que pagar a la UE el arancel común europeo. Sería el mismo que ahora están soportando las importaciones de países extracomunitarios, como pueden ser Rusia, India o Estados Unidos. Esto supondría una pérdida de competitividad (efecto frontera) de las exportaciones británicas. Además, es muy posible que Reino Unido aplicase aranceles a las importaciones provenientes de la UE, con el fin de proteger sus empresas frente a la competencia del continente.
Este aumento de aranceles por ambas partes provocaría una reducción del comercio internacional y una menor eficiencia económica, lo que disminuiría las oportunidades de generar ventajas competitivas. Una pena, ya que, tal como señalaron hace más de 200 años los británicos Adam Smith y David Ricardo (los padres de la economía moderna), el comercio internacional contribuye poderosamente a aumentar la renta y la riqueza de los países. Posteriormente, otros teóricos de la economía también se han encargado de demostrar con modelos más o menos sofisticados los beneficios que éste reporta. De ahí que la mayoría de los economistas defiendan las zonas de libre comercio como un instrumento que mejora las condiciones de vida y de trabajo de todos los que participan de él.
También el libre flujo de capitales mejora la eficiencia de la economía mundial, ya que permite una mejor asignación de los recursos productivos. Hasta ahora, Reino Unido era uno de los países favoritos de los inversores de todo el mundo, y en especial de la UE, para realizar Inversión Extranjera Directa. Sin embargo, si se produce el Brexit, y ante la expectativa de menores ventas, tanto de bienes como de servicios, parece probable que parte de las empresas radicadas en Reino Unido se vayan. Se trasladarían fuera de sus fronteras para continuar trabajando en un territorio que formase parte de la UE y de su mercado único. Así las cosas, no puede sorprender que, dependiendo del resultado del referéndum del jueves, muchas empresas (incluidos algunos bancos) decidan cambiar su residencia fiscal.
Esta huida de capitales generaría una pérdida de poder de la City de Londres, que es el mayor centro financiero de Europa gracias, en no poca medida, a la pertenencia de Reino Unido a la UE. No puede extrañar, por tanto, que gran parte de las entidades financieras decidan desplazar sus oficinas a otros puntos de Europa, como París y Fráncfort, donde tendrían más facilidades para hacer negocio.
La consecuencia inmediata de todo este proceso (menor comercio internacional, cierre de empresas, salida de establecimientos financieros y menores flujos de capitales) sería una caída del PIB británico y una pérdida de su aparato productivo, lo que al final generaría una disminución importante del empleo. Es más ningún estudio serio estima que se vaya a producir un beneficio para Gran Bretaña, en términos de crecimiento o renta per cápita, si triunfase el sí a la salida. El último, publicado por la London School of Economics, ha calculado que el Brexit supondría para el Reino Unido una caída entre el 6,5% y el 9,5% de su PIB.
Crisis política y de seguridad
Por último esta crisis económica desembocaría en una crisis política. Es imposible estimar el impacto aproximado que tendría a largo plazo un Brexit para Reino Unido. Pero, a corto, es previsible que le costara el puesto al primer ministro, David Cameron. Y es que los defensores del Brexit no confiarían en él para dirigir las negociaciones de salida de la UE; en cualquier caso Cameron habría perdido mucha credibilidad durante todo el proceso, y lo lógico es que dimitiera.
Además, se podrían crear problemas internos dentro de los diferentes países que conforman Reino Unido. En principio, parece que Inglaterra y el País de Gales están de acuerdo con la salida de la UE para reducir el número de inmigrantes y eliminar los peligros que acechan a la industria del acero por las legislaciones comunitarias. Sin embargo, Irlanda del Norte y Escocia prefieren quedarse en el bloque europeo. Por tanto, en el caso de que gane el Brexit, en Escocia se reforzarían los movimientos independentistas e Irlanda perdería los subsidios para su agricultura, un punto candente. Tendría, además, mayor dificultad para vender sus productos en la frontera con Irlanda del Sur. A esto se sumaría una mayor limitación para el movimiento de personas entre las dos Irlandas lo que debilitaría los procesos de paz entre ambas.
Por último, no hay que olvidar el tema de la seguridad, que en estos días ha adquirido mucha relevancia debido a los diferentes atentados que se han producido en varios países del mundo. Una gravísima problemática que ha alcanzado su más cruda expresión en el asesinato de la diputada laboralista Jo Cox en plena campaña, lo que pone de manifiesto las intolerables consecuencias que puede acarrear un exacerbamiento de las posturas y la consiguiente división social. En este sentido, cuanto más unida esté Europa mejor funcionarán los servicios de inteligencia, será más fácil hacer frente al terrorismo y a la violencia de los radicales y se gestionarán mejor los procesos migratorios.
El referéndum del jueves será histórico para el futuro económico de Reino Unido y de la UE. Tanto si el Reino Unido se va como si se queda, la UE se habrá debilitado irremediablemente. Hemos pasado de ser un club donde todos los países europeos querían entrar a otro del que algunos pueden desear salir. Efectivamente, a partir de ahora cualquier miembro de la UE, como por ejemplo Holanda o Dinamarca, tiene más fácil plantear en el futuro un referéndum similar al británico. Esto generará incertidumbre en los mercados y condicionará las decisiones de inversión dentro de la UE.
Así las cosas, los ciudadanos británicos se juegan el jueves su futuro. Pero tienen que saber que iniciar un proceso de separación implicará ahuyentar a los inversores, debilitar su economía y aumentar el desempleo.
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