El BCE está recibiendo reproches por razones en cierto modo opuestas. Por una parte, su mensaje de ayer (menores riesgos inflacionistas y mayores riesgos a la baja para el crecimiento económico), que eleva el riesgo de recortes de tipos futuros, subraya la posible inconveniencia de las dos subidas de tipos aplicadas este año en lo que muchos calificaron como un exceso de celo anti inflacionista y de cierta ceguera ante las amenazas económicas y financieras que ya pesaban sobre la zona euro. Por otra, el anuncio de hoy de que uno de sus dos consejeros alemanes, Stark, va a dimitir aparentemente por su desacuerdo con la reciente reactivación del programa de adquisición de deuda pública (para comprar bonos españoles e italianos), pone al banco emisor en el centro de las críticas que, sobre todo desde Alemania, le acusan de haber traspasado la línea que separa la política monetaria de la fiscal. Más allá de las críticas de uno u otro bando, la cuestión es: ¿qué puede esperarse en los próximos meses?
En lo que se refiere a los tipos de interés, el mensaje del BCE sugiere que la probabilidad de un recorte en los próximos meses es mayor que la de una subida de tipos. El mercado, de hecho, apuesta por un recorte de 25 pb entre finales de este año y principios del próximo, ya con el sucesor de Trichet, el italiano Draghi, al frente de la entidad (se incorpora a sus nuevas funciones en noviembre). Es presumible, en cualquier caso, que el banco central sólo lleve a cabo este movimiento en caso de que los riesgos de recesión aumenten significativamente más. Y, en todo caso, el margen máximo de reducción, en principio, son los 50 pb que se incrementaron este año. Asumiendo, además, que en ese escenario las primas de riesgo del mercado interbancario tenderían a aumentar, no cabe esperar reducciones sustanciales en el Euribor a un año, que ya se sitúa por debajo del 1,5%.
Y en cuanto a las compras de bonos, la situación del BCE es cada vez más comprometida, pues se trata de una política cada vez más contestada desde Alemania y que plantea riesgos futuros para el balance de la institución y para la credibilidad de la política monetaria. En consecuencia, la expectativa de sus gestores es que esa función pase a ser desempeñada cuento antes por el fondo de rescate europeo, a ser posible ya en octubre o en noviembre. Hasta entonces, y pese a las críticas desde la ortodoxia, las compras del BCE seguirán siendo la única garantía fiable de preservación del euro.
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