27
Nov

La pasada semana el portal VoxEU.org, del Centre for Economic Policy Research (CEPR), publicó el consenso alcanzado por un grupo de destacados economistas en cuanto a la “narrativa” de la reciente crisis del euro. La idea fuerza tras este consenso es sencilla: “es imposible acordar los pasos a dar sin un acuerdo sobre lo que fue mal.”

No hay grandes sorpresas en el informe; buena parte de lo que allí se recoge es sobradamente conocido y ya ha sido tratado en diferentes ocasiones en este blog (1, 2, 3, 4, 5). Quizás destacar como su mensaje principal el que la explosión de la deuda soberana europea fue un síntoma, más que una causa de la crisis. Prueba de ello, dice el informe, es que, aparte de Grecia, los países rescatados no eran los que tenían antes de la crisis los mayores ratios de deuda sobre PIB, como Irlanda y España, por debajo del 40%. Por el contrario, Bélgica o Italia, por encima del 100%, capearon el temporal. Concluye el análisis que el culpable real de la crisis fueron los importantes flujos de capitales intra-Eurozona durante la década previa, y que alcanzaron a países con déficits por cuenta corriente (como España). Ningún país con superávit sufrió aquel embate, cuya auténtica causa fue el repentino parón en los préstamos transfronterizos, derivado de las dudas sobre la viabilidad de bancos y gobiernos, y expresado en el contexto de una unión monetaria imperfecta a través de los incrementos de las primas de riesgo. La caída en el crecimiento elevó los déficits y los ratios de deuda, alimentada además por la asunción pública de parte de la deuda bancaria.

En conclusión, el consenso de estos economistas es que una crisis de balanza de pagos se convirtió en una crisis de deuda pública. La falta de infraestructuras y respuestas institucionales adecuadas, las rigideces estructurales, y los fuertes vínculos entre gobiernos y bancos europeos amplificaron y extendieron la crisis. El foco de las políticas en el síntoma en lugar de en la causa, llevó a fijar la “solución” en el control de la deuda pública y en la austeridad fiscal, condicionando la trayectoria y profundidad de la crisis. La apertura del “grifo” por parte de Draghi cambió las expectativas de una ruptura de la unión monetaria y devolvió los costes de financiación al nivel pre-crisis, pero los desequilibrios que la originaron permanecen ocultos, paradójicamente bajo la abundancia de liquidez que la provocó.

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