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Semana crucial para la Reserva Federal

Semana crucial para la Reserva Federal, primero por la inesperada renuncia de Lawrence Summers, candidato de Obama a la Presidencia de la FED y, después, por la reunión del comité del banco central americano (FOMC) encargado de decidir sobre el programa de compras de activos y el ritmo de normalización de los tipos de interés.

La sucesión

Respecto al primer tema, el candidato presidencial fue derrotado por la propia oposición interna del partido demócrata (un “déjà vu” para los seguidores de series de TV como “House of Cards”), movimiento bien recibido por los mercados, pues se considera que la candidata alternativa Janet Yellen (actual vicepresidenta de la FED) asegura continuidad en la gestión de la política monetaria, más sensibilidad hacia la evolución del paro y, sobre todo, es mucho más previsible que un académico “prima donna” como Summers, con un largo historial de problemas ligado a un carácter manifiestamente mejorable.

helicóptero Bernanke [1]

Continúa la política monetaria expansiva

Esas subidas de bolsas y bajadas de tipos de interés tuvieron continuidad con el anuncio el miércoles de que la Reserva Federal no va a reducir por el momento su programa de compra de activos (85.000 millones al mes), cuando el mercado anticipaba al menos una reducción de entre 5.000 y 10.000 millones de dólares. Sin embargo, la FED ha optado por esperar a que se produzcan más evidencias que confirmen que la mejora de la economía es sostenida. Junto a esta decisión y quizás para justificarla, el comunicado y rueda de prensa posterior ha incorporado numerosos comentarios que pretenden moderar las expectativas del mercado sobre el futuro de la política monetaria. En concreto ha destacado:

1) Su preocupación por el impacto sobre el crecimiento del aumento de los tipos de interés a largo plazo y, en particular, del registrado en el mercado hipotecario. De hecho, en su comunicado advierte que el endurecimiento de las condiciones financieras en los últimos meses, si se mantiene, pone en riesgo el ritmo de mejora de la economía y, por tanto, del mercado laboral.
2) Su inquietud por el efecto negativo que pudiera tener la política fiscal, tanto por el debate sobre el presupuesto del año que viene como por el necesario aumento del límite de deuda.
3) Su intranquilidad por la reciente caída de la inflación, dejando de atribuir su reciente evolución a la baja a factores transitorios como hizo en su reunión de julio. Por ello, están considerando incorporar un “suelo” para la inflación como factor condicionante en su guía futura de política monetaria.
4) Sus dudas sobre la sostenibilidad de la expansión económica, que han provocado una ligera revisión a la baja en sus propias previsiones de crecimiento. Además, la Fed sigue incómoda con una tasa de paro que sigue por encima de sus objetivos y cuya mejora en los últimos meses se explica, en buena medida, por la disminución de la población activa (efecto desánimo).

Por tanto, la Fed está preocupada por el fuerte repunte desde la reunión de mayo de los tipos a largo plazo, especialmente los del mercado hipotecario, y ha intentado corregir este efecto mediante el retraso en el inicio de la reducción de las compras y el desplazamiento de las perspectivas de subidas del tipo de intervención respecto al consenso del mercado. Ante las dudas -los indicadores macroeconómicos han sido mixtos y no terminan de transmitir la suficiente confianza-, ha optado por ser extremadamente prudente y transmitir una actitud muy flexible. En este sentido, puede que la reunión de diciembre marque el inicio del proceso de reducción de compras de activos que podría traducirse en un recorte de, al menos, 10.000 millones de dólares al mes. La reacción inicial de los mercados coincide con las intenciones de la Fed y, por tanto, puede considerarse un éxito: ha relajado las previsiones del tipo de intervención a largo plazo, ha posibilitado una corrección a la baja de la tir a 10 años, ha dado nuevo impulso a la renta variable (efecto riqueza positivo) y ha debilitado al dólar con la mayoría de sus principales cruces (favorece la competitividad de su sector exterior, pero es malo para la economía europea).

En definitiva, los que prefieran ver el vaso medio lleno han celebrado que el banco central americano no afloje su expansión monetaria, pese a que ello refleje que la recuperación económica no está llegando a todos los segmentos de la sociedad Pero el problema es que, cuanto más se demore el inicio del proceso de normalización monetaria, más costará llevarlo a cabo sin sustos en el comportamiento de los mercados financieros. Pero de momento, esto último parece que no preocupa.