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Hay muchos ejemplos de Planes de Estabilización económicos desde los años 70. El Plan Cavallo en Argentina, el de Cardoso en Brasil o el de Boyer en España, entre otros.  Los países se ven avocados a estos planes cuando después de un ciclo expansivo intenso, con subidas de precios o estallidos de burbujas financieras o inmobiliarias, presentan déficits gemelos (fiscal y exterior),  inician una recesión del PIB, que incrementa el paro, y la deuda externa y las necesidades de financiación corriente, requieren ayuda externa para atender las obligaciones financieras, mientras el mantenimiento de los tipos de cambios se hace insostenible.

Por lo general un Plan de Estabilización requiere entre uno y dos años para empezar a dar frutos y suelen diseñarse con políticas tanto sobre la Demanda Agregada como sobre la Oferta. Las políticas de Demanda conllevan una fuerte devaluación de la moneda para ganar competitividad y solucionar el déficit exterior. En paralelo es necesario realizar una política monetaria restrictiva que controle la inflación para evitar que la ganancia de competitividad, vía devaluaciones, se neutralice con la subida de precios. Y, finalmente, la política fiscal debe ser restrictiva para aminorar el déficit público y hacer la financiación de la deuda pública más plausible. Por lo general el FMI suele facilitar estos Planes con ayudas financieras en divisas que contribuyen a estabilizar la nueva paridad de la moneda y refinanciar la deuda externa. Ni que decir tiene que una política de esta índole, hasta que el sector exterior empiece a tirar de la economía, origina de inmediato un incremento del desempleo y agudiza la recesión.

Pero las medidas de los Planes de Estabilización no terminan ahí. Hay que actuar también sobre la Oferta Agregada. Suelen ser necesarias políticas estructurales que mejoren el funcionamiento del tejido productivo de carácter industrial, tecnológico, financiero, educativo y laboral; siempre inspiradas en aumentar el grado de competencia de los mercados y dotar de una mayor flexibilidad al sistema. Adicionalmente un Pacto de Rentas ayuda a moderar los salarios para mejorar la competitividad y moderar la inflación, reparte los costes del ajuste al moderar los beneficios empresariales y ayuda a crear un clima de comprensión en la necesidad del ajuste y a mejorar  la confianza de familias y empresas.

La salida de estas situaciones es larga y costosa. Después de un año largo de ajuste, de recesión y paro, se empieza a realizar una política monetaria más expansiva y el crédito mejora, al no requerir el Estado todos los recursos financieros para financiar el déficit público, que debe estar ya controlado. Las exportaciones empiezan a tirar de la economía y el Consumo interno y la Inversión recuperan la demanda, la producción y el empleo.

La cuestión que debemos plantearnos después de esta introducción, algo larga, es ¿que estamos haciendo en España y en buena parte de los países de la UM denominados periféricos?

Naturalmente, no ha habido devaluaciones, la política monetaria sigue siendo expansiva y en general los precios suben, el ajuste fiscal está siendo muy lento debido a la presión social y a la negativa de la clase política a reducir el marco institucional que ha creado; los Pactos de Rentas no se han planteado y las reformas estructurales son tímidas hasta el momento, al menos en la economía española y a pesar de lo que cree el Gobierno.

La realidad es que estamos llevando a cabo un Plan de Estabilización incompleto basado en un largo parón económico que reduce importaciones, aumenta el paro y esto modera los salarios ganando así competitividad. De momento las Exportaciones ya están respondiendo. El ajuste fiscal y la reforma financiera terminarán dejando crédito disponible para familias y empresas y finalmente el Consumo y la Inversión mejorarán. Pero nos va a costar mucho tiempo regenerar el 20% del tejido productivo que hemos perdido y la alta tasa de paro que sigue generandose.

Es una nueva tipología de Plan de Estabilización. Ante la imposibilidad de las devaluaciones, hay que ganar competitividad vía costes; y en ausencia de Pactos de Rentas, sólo una elevada y pertinaz tasa de paro nos convencerá de que aceptemos salarios más reducidos. Y, salvo que imaginemos instrumentos diferentes en el seno de la UM, esto es lo que nos deparará el futuro cuando tengamos que ajustar una economía. Cuando salgamos de esta, más nos vale no volver a gastar lo que no tenemos.

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