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Centrando el objetivo: el Consumo y la Inversión.

Quizás estamos entrando en una situación un tanto dramática, conscientes ya de seguir un camino que no nos lleva a ninguna parte. La sombra indecisa del rescate por un lado y la amenaza de otra batería de recortes por otra, al no poder cumplir las exigencias europeas sobre el déficit público, están originando una sensación de desasosiego, incertidumbre y vértigo ante la caída libre. La gran mayoría se está convenciendo de que recortar por recortar sólo nos lleva a ahondar más en la recesión y esta caída de actividad reduce los ingresos fiscales, aumenta el déficit y exige nuevos recortes y, como consecuencia, la actividad económica sigue cayendo. Es una espiral hacia el abismo. Estamos tan knockeados que no vemos la puerta de salida y es sencilla de ver aunque difícil de traspasar.

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Hay dos visiones sobre la salida de la crisis.

La visión de los «clásicos» y la de los «keynesianos».

Los clásicos

Los economistas clásicos, identificados más o menos con los partidos conservadores, piensan que ajustando rápidamente el déficit público, el ahorro y el crédito fluirá a la Inversión y al Consumo y la economía se recuperará, tras realizar algunas reformas estructurales para dar flexibilidad a la economía. Esta es la visión de los que ven la economía a largo plazo y suponen que el paro masivo y duradero es algo inevitable y un sacrificio que la regeneración económica exige.

Los «keynesianos» socialdemócratas, en cambio, tienen una visión diferente. Siguiendo la frase de Keynes de «a largo plazo todos muertos», demandan una política fiscal más activa basada en pretender que el Gasto Público directo sea el componente único que tire de la Demanda Agregada, mientras seguimos contemplando como el Consumo y la Inversión se desploman.

La realidad es que desde 2007 y hasta 2011, observando la base 100 del INE, el Consumo de las familias ha caído 10 puntos porcentuales, la Inversión 30 puntos y el Gasto Público ha subido 10 puntos, mientras que las Exportaciones Netas han mejorado 9 puntos (las Exportaciones han subido 6 puntos y las Importaciones han descendido 15 puntos). Pero el peso económico de estos componentes de la DA no es el misma, en la medida que en 2011, el Consumo suponía el 57,4% de la DA, la Inversión el 21,6%, el Gasto Público el 20,9%, las Exportaciones el 30,3% y las Importaciones el 31,1%. No parece que el Gasto Público por sí sólo pueda suplir la caída del Consumo y la Inversión y aunque las Exportaciones ha mejorado notablemente, la apertura al exterior de nuestras empresas no será suficiente para crear tres millones, al menos, de puestos de trabajos.

En mi opinión la postura keynesiana es imposible en el entorno de la UM, requeriría monetizar un elevado défcit durante años y obvia el tema principal que es pretender que el Consumo y la Inversión se relancen.

Por su parte la visión clásica adolece de un determinismo mesiánico cuando afirma con resignación eso de: «ya saldremos de esta crisis como lo hemos hecho de otras», cuando todos sabemos que esta crisis es diferente y que antes siempre salíamos devaluando la moneda. Con esta pasividad, esta visión, está generando una pérdida total de la confianza de familias y empresarios y será difícil así recuperar el Consumo y la Inversión, aunque el crédito se recupere y el despido se abarate.

La cuestión es cómo conseguir que el Consumo y la Inversión cambien la tendencia actual.

Subiendo los impuestos a familias y empresas sin duda no. Generando incertidumbre por la inexistencia de una estrategia económica como país,  tampoco. Prometiendo leyes, que nunca llegan, para que la actividad empresarial se desarrolle con menores costes de transacción, no parece que sea lo más acertado. Presentando unos Presupuestos de recortes, sin incentivos al Consumo y la Inversión, no es la manera. El final de la restricción del crédito y la bajada del tipo de interés para familias y empresas ayudaría pero el rescate bancario no llega, el banco malo no liberará con rapidez los activos de los bancos españoles y, a todo ello, hay que sumar el desplome de la consideración ciudadana a las instituciones más relevantes del Estado y la crisis en la que ese mismo Estado y el sistema político está inmerso.

¿Por qué vamos a consumir y a invertir si nos están generando una situación de desasosiego, incertidumbre e inseguridad?

Centremos pues el objetivo, hablemos de cómo recuperar el Consumo y la Inversión lo más rápidamente posible. Hace unos meses, apareció la noticia de que el Gobierno chino, ante la caída de la demanda externa, había obligado a las familias chinas a consumir un 4,5% más. ¡Quién pudiera hacer ésto en nuestro país!