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¿Por qué crece tan poco la productividad laboral en España?

El pasado mes de junio, la OCDE ha publicado un estudio sobre la evolución (la mala evolución) de la productividad laboral en España (ver aquí [1]). La principal conclusión del estudio es que el nulo crecimiento de nuestra productividad laboral no se explica por factores convencionales. Dicho de otro modo, durante los años de bonanza económica (1996-2007) nuestra productividad laboral creció mucho menos que la de los países vecinos (ver el gráfico 1) a pesar de que nuestro nivel de capital humano y el ratio de capital físico por trabajador mejoraron mucho. Tampoco se puede atribuir la baja productividad laboral al crecimiento del sector de la construcción, ya que el producto por trabajador apenas creció en casi todos los sectores de la economía. ¿A qué se debe entonces el mal comportamiento de la productividad laboral en España?

Gráfico 1. Crecimiento anual (%) de la productividad laboral para el período 1996-2007 (Fuente: elaboración propia a partir de los datos del estudio)

Crecimiento anual (%) de la productividad laboral para el período 1996-2007 [2]

 

Antes de explicar la respuesta que da el estudio, es importante recordar que el aumento de la productividad laboral es uno de los factores más importantes para el crecimiento del nivel de vida de un país. Varios estudios cifran en más de un 60% el componente de crecimiento económico de largo plazo que es explicado por el aumento de la productividad laboral. En este sentido, el que la productividad laboral se estanque en España significa que nuestras posibilidades de mejora en el nivel de vida se reducen a mejorar nuestros ratios de participación laboral, sobretodo la femenina, y a reducir la tasa de desempleo. Éstas son fuentes importantes para el crecimiento de la renta per cápita en España, pero deberíamos explorar vías alternativas si queremos que el crecimiento económico sea sostenible en el largo plazo.

El gráfico 2 muestra una descomposición del crecimiento de la productividad laboral en cada uno de los países analizados. En azul, la contribución de la mejora en el capital humano (básicamente educación), en rojo, la contribución del aumento del ratio capital físico por trabajador, y en verde, el componente residual-no explicado.

Gráfico 2. Componentes del crecimiento anual (%) de la productividad laboral para el período 1996-2007 (Fuente: elaboración propia a partir de los datos del estudio)

Componentes del crecimiento anual (%) de la productividad laboral para el período 1996-2007 [3]

En el gráfico se observa que España se comporta relativamente bien respecto a los componentes educación y capital físico. Según estos dos componentes, la productividad laboral debería haber aumentado en España durante el período analizado un 1,1% anual, en lugar del escaso 0,4% al que lo hizo. Donde España se comporta realmente mal es en el componente residual, no explicado, con descensos del 0,7% anual.

A este componente residual, no explicado, se le denomina la Productividad Total de los Factores (PTF) o residuo de Solow y mide los cambios en la productividad que no son debidos a inputs tradicionales como capital humano y físico. La PTF se asocia a menudo con la productividad laboral ya que el retorno al capital físico tiende a ser constante en el largo plazo. Existe mucha discusión en la literatura económica de qué significa exactamente el componente residual no explicado (la PTF). Las interpretaciones más frecuentes son tres: (1) cambio tecnológico, (2) eficiencia productiva y (3) errores de medición. Según la primera interpretación, la PTF es reflejo de la innovación tecnológica y, por tanto, el mal comportamiento de esta variable en España sería consecuencia de una escasa participación del cambio tecnológico en nuestro modelo productivo. Según la segunda interpretación, la PTF es reflejo de la eficiencia con la que se asignan los recursos productivos como el capital humano y el capital físico. Según esta interpretación, nuestra economía adolecería de una mala asignación de los recursos, destinados a usos poco productivos. Esto puede ocurrir si, por ejemplo, la regulación de los mercados de factores y de productos introduce rigideces e impide que estos recursos se reasignen a usos más eficientes. Finalmente, según la tercera interpretación, la PTF es reflejo de errores en la medición de los inputs. El caso más habitual es el de la educación ya que es difícil captar en una medida agregada los distintos elementos de calidad de la educación. Según esta interpretación, nuestra economía a pesar de haber conseguido aumentar el nivel medio formativo de los trabajadores lo habría hecho a costa de una pobre calidad de esta formación.

Con independencia de cuál es la interpretación correcta (probablemente sea una mezcla de las tres) lo que estos datos vienen a confirmar es que la economía española necesita de importantes reformas estructurales, entre ellas la educativa y las de los mercados de trabajo y productos que eliminen las rigideces que impiden la innovación y la buena asignación de los recursos. Aunque esta crisis se originó como una crisis de demanda, empieza a verse claro que sólo con políticas de oferta saldremos de ella y sólo con políticas de oferta podremos sentar las bases para un crecimiento sostenible en el largo plazo.