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La patata caliente

[1]Ayer miércoles tuvo lugar la primera subasta de liquidez a tres años del BCE, en la que la banca europea se adjudicó 489.191 millones de euros, muy por encima de las previsiones, a un coste del 1%. Sería deseable, y es sin duda un objetivo de esta maniobra del BCE, que una buena parte de esa nueva liquidez alcanzara a empresas y familias. De este modo, se impulsaría la inversión y el consumo, y en consecuencia la tan necesaria  recuperación económica en Europa.

Sin embargo, la rentabilidad del crédito bancario al sector privado, junto a su creciente morosidad, quedan deslucidas frente al mayor margen ofrecido por la deuda pública europea. Los bonos soberanos, en algunos casos con rentabilidades del 4% o 5%,  se muestran muy atractivos a los bancos frente a aquel coste del 1%. Adicionalmente, estos bonos constituyen los activos de garantía fundamentales de entre los utilizados por los bancos para acudir a las subastas de liquidez del BCE.

Más allá, en los últimos días la banca privada europea ha recibido el “mensaje” de las autoridades monetarias nacionales, animándola a destinar parte de esa liquidez a la adquisición de deuda pública.

La lectura positiva de esta maniobra fue descontada por los mercados de deuda y renta variable antes de la subasta: primas de riesgo a la baja y bolsas al alza. Sin embargo, tras la subasta los mercados amainaron pronto su euforia, quizás por la magnitud inesperada de la demanda recibida, o tal vez por una lectura más sosegada de este movimiento.

¿Es éste realmente un uso apropiado de las facultades del BCE?

Como se planteaba el pasado sábado The Economist [2], esta estrategia quizás tan sólo contribuya a la extensión del agónico proceso de retroalimentación entre los problemas de la banca y los problemas de los Estados periféricos europeos. Mientras tanto, Alemania se niega a aceptar lo evidente: las pérdidas deben ser reconocidas, ya sea en forma de inflación (mayor implicación del BCE) o en forma de solidaridad fiscal (mayor coste de financiación también para Alemania). La patata caliente pasa, por el momento, a los balances de la banca privada.