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La patata caliente

Escrito el 22 diciembre 2011 por Javier Carrillo en Política Monetaria, Unión Europea

Ayer miércoles tuvo lugar la primera subasta de liquidez a tres años del BCE, en la que la banca europea se adjudicó 489.191 millones de euros, muy por encima de las previsiones, a un coste del 1%. Sería deseable, y es sin duda un objetivo de esta maniobra del BCE, que una buena parte de esa nueva liquidez alcanzara a empresas y familias. De este modo, se impulsaría la inversión y el consumo, y en consecuencia la tan necesaria  recuperación económica en Europa.

Sin embargo, la rentabilidad del crédito bancario al sector privado, junto a su creciente morosidad, quedan deslucidas frente al mayor margen ofrecido por la deuda pública europea. Los bonos soberanos, en algunos casos con rentabilidades del 4% o 5%,  se muestran muy atractivos a los bancos frente a aquel coste del 1%. Adicionalmente, estos bonos constituyen los activos de garantía fundamentales de entre los utilizados por los bancos para acudir a las subastas de liquidez del BCE.

Más allá, en los últimos días la banca privada europea ha recibido el “mensaje” de las autoridades monetarias nacionales, animándola a destinar parte de esa liquidez a la adquisición de deuda pública.

La lectura positiva de esta maniobra fue descontada por los mercados de deuda y renta variable antes de la subasta: primas de riesgo a la baja y bolsas al alza. Sin embargo, tras la subasta los mercados amainaron pronto su euforia, quizás por la magnitud inesperada de la demanda recibida, o tal vez por una lectura más sosegada de este movimiento.

¿Es éste realmente un uso apropiado de las facultades del BCE?

Como se planteaba el pasado sábado The Economist, esta estrategia quizás tan sólo contribuya a la extensión del agónico proceso de retroalimentación entre los problemas de la banca y los problemas de los Estados periféricos europeos. Mientras tanto, Alemania se niega a aceptar lo evidente: las pérdidas deben ser reconocidas, ya sea en forma de inflación (mayor implicación del BCE) o en forma de solidaridad fiscal (mayor coste de financiación también para Alemania). La patata caliente pasa, por el momento, a los balances de la banca privada.

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