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La economía sumergida, síntoma de un fracaso

Hoy, el Círculo de Empresarios [1]ha presentado la XXVI edición de su Libro Marrón. Este año el tema que tratan los distintos participantes en la obra es el de “Las implicaciones de la economía sumergida [2]”. Carmen Alcaide ha sido la encargada de prologar el libro y presentarlo en el acto celebrado este mediodía. Como la Ex Presidenta del INE ha destacado, el actual resulta un momento muy oportuno para tratar la problemática de la economía sumergida, pues este fenómeno se acrecienta en momentos de crisis económica como el que hoy vive España. Algunas estimaciones –no olvidemos que por su propia naturaleza esta clase de actividad es muy difícil de cuantificar- sitúan en el entorno del 20% del PIB el peso relativo que la economía sumergida alcanza en la España de 2010. [3]

En cualquier caso, estamos ante un problema crónico en nuestro país, que nunca ha dejado de existir, aunque sí se había reducido en los tiempos de bonanza económica. Es un problema grave para cualquier economía de mercado, pues choca frontalmente con los principios del libre mercado y la libertad de empresa por los que aboga el Círculo de Empresarios. La existencia de la economía sumergida supone una desigualdad manifiesta en el terreno de juego en que operan los agentes económicos. Los que lo hacen al margen de la legalidad vigente obtienen una ventaja injusta, que termina dañando al conjunto de la economía a través de múltiples canales.

Por ejemplo, se produce una clara distorsión de la competencia, que limita la eficiencia del mercado. La economía sumergida también erosiona la equidad en la medida en que no tributa como si lo hacen quienes respetan la legalidad vigente y pagan sus impuestos. Entre los males sociales asociados con este fenómeno encontramos las peores condiciones laborales de quienes trabajan sin un contrato en regla o el efecto atracción que se crea para la inmigración irregular/ilegal, al que siguen situaciones de exclusión social.

Las causas de una realidad tan compleja como ésta son múltiples, y varían de país en país, y de periodo en periodo. A la necesidad en que algunas personas se ven inmersas durante épocas de recesión, al perder el empleo y no tener perspectivas de recuperarlo, se le suman factores sociales, como el de una cultura que muestra más o menos tolerancia hacia el fenómeno. Influyen también aspectos institucionales, relacionados con el imperio de la ley. Allí donde las leyes no se hacen cumplir y donde el coste del incumplimiento –multas, sanciones- es bajo, resulta más probable que proliferen actividades económicas que no respetan las normas fiscales, laborales, mercantiles, etc.

Sea como fuere, y aunque puedas buscarse justificaciones, la economía sumergida, en las certeras palabras del profesor Argandoña “no es sino el reconocimiento, expreso o tácito, de un fracaso económico, político, social, humano y ético”.