25
Mar

El anuncio del nuevo plan del Tesoro americano para limpiar de activos tóxicos de los balances de los bancos, parece que ha sido recibido con euforia por los mercados financieros, anticipando que estamos ante el «principio del fin» de la crisis financiera. Algo que por otra parte se ha anticipado en diferentes ocasiones desde agosto de 2007. De hecho, si no me equivoco, es el séptimo intento de los mercados de valores por romper una fuerte tendencia bajista. 

El nuevo plan se divide según el tipo de activos tóxicos («legacy assets» es el eufemismo utilizado por el Tesoro americano) en: préstamos hipotecarios («legacy loans») y títulos respaldados por préstamos hipotecarios («legacy securities»). 

Programa para préstamos hipotecarios. 

– Los bancos que quieran participar en el programa decidirán qué activos vender.

– El FDIC organizará una subasta en la que los préstamos serán adjudicados al mejor postor.

– El comprador financiará la adquisición con deuda y recursos propios. La proporción entre ambos (ratio de apalancamiento) no será superior a 6. La parte de deuda se instrumentará a través de una emisión de títulos que contarán con la garantía del FDIC. En cuanto a la parte de recursos propios, el 50% lo aportará el comprador y, el otro 50%, el Tesoro.

– Una vez que los activos han sido vendidos, serán gestionados por los inversores privados hasta su liquidación, sujetos a la supervisión del FDIC. 

Programa para activos respaldados por títulos hipotecarios  

– El Tesoro apoyará la creación de fondos de inversión para adquirir este tipo de activos.

– El Tesoro nombrará hasta 5 gestoras de activos con experiencia, que contarán con un período de tiempo para captar capital de manos privadas.

– Una vez captado, el Tesoro se compromete a: (i) aportar la misma cantidad al fondo de inversión, actuando como co-inversor; y (ii) a proporcionar esa misma cantidad al fondo en forma de préstamos (deuda senior), cuyo importe podrá duplicarse en determinadas circunstancias.

– En definitiva, por cada dólar aportado por el sector privado, el Tesoro aportará 3 ó 4 dólares.

– La ampliación de la facilidad crediticia de la Fed, TALF, a través de la cual dará financiación a los fondos de inversión creados para la adquisición de los títulos respaldados por activos. 

Evidentemente, hay muchos aspectos positivos en el plan, como el hecho de involucrar a inversores privados en la compra de los activos tóxicos o el importante apalancamiento que se consigue gracias a las garantías del FDIC (6 a 1 en el caso de las hipotecas) lo que podría elevar el valor de los activos comprados hasta el billón de dólares (medio billón sólo en hipotecas, lo que representa el 10% del total en el activo de los bancos americanos). Aunque también se debe resaltar que el elevado grado de apalancamiento que conceden las autoridades públicas hace que los riesgos del sector privado sean asimétricos. En caso de ganancias se reparten al 50% con el sector público, en caso de pérdidas los contribuyentes asumen la parte del león.

 Pero también hay muchas dudas sobre su efectividad, más allá de que constituye un nuevo subsidio para el sector privado, como ya se están encargando de destacar Krugman o Stiglitz. La principal es que el futuro del plan sigue dependiendo de la voluntad de los bancos poseedores de las hipotecas y titulizaciones de baja calidad de vender estos activos al precio que están dispuestos a pagar los inversores. Sobre todo, porque en muchos casos puede suponer un reconocimiento de pérdidas que lleve a nuevas recapitalizaciones e incluso a la quiebra. Es decir, si en los «stress-test» no se obliga a los bancos a limpiar sus carteras de hipotecas y titulizaciones, sólo lo harán si los precios son muy atractivos. En este sentido, de fondo sigue presente la idea de que estos activos tienen un valor superior al que el mercado les está asignando en estos momentos, debido a la falta de liquidez. Es decir, cuando otra vez exista mercado secundario, los precios subirán y todo el mundo ganará. Y esto no está nada claro pues,  en todo caso, dependerá de la evolución de la crisis en el mercado de la vivienda.

Como escribía esta mañana Martin Wolf en Financial Times, el programa sólo funcionará si al final los inversores privados piensan que los balances de los bancos están lo suficientemente saneados para volver a invertir en ellos. O, lo que es lo mismo, si se consigue el retorno de la confianza en el sistema financiero americano. Algo que a corto plazo no parece fácil, después de que algunas entidades hayan perdido entre un 70% y un 90% de su capitalización. Lo que está claro es que la munición con la que cuentan las autoridades económicas americanas se está agotando, al igual que la paciencia de buena parte de sus ciudadanos. Así que por el bien de todos, esperemos que termine funcionando.

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