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Dic

El Departamento de Trabajo de EEUU publicará mañana martes el índice de precios al consumo (IPC) del mes de noviembre. En octubre este índice bajó un 1 por ciento, la mayor disminución mensual desde 1947. En noviembre se espera otra bajada ya que el índice de precios de productor (IPP) de EEUU disminuyó, en ese mes de noviembre, un 2,2 por ciento. ¿Está EEUU en un proceso deflacionario? Todavía no ya que la deflación es una disminución continuada y generalizada del nivel de precios. Pero parece que los precios, tanto en EEUU como en otros países, se dirigen más hacia la deflación que hacia la inflación.


La consecuencia más terrible de la deflación sería una crisis económica todavía mayor con un fuerte aumento del desempleo que en el caso de España podría superar fácilmente los cuatro millones de personas.

Disminuyen los beneficios empresariales

Con la deflación, al reducirse los precios, y por tanto los ingresos que las empresas obtienen por sus ventas, se genera una disminución de los beneficios o un aumento de sus pérdidas. La razón es que los costes empresariales no descienden en la misma medida que la facturación debido a la rigidez a la baja de los salarios y de otros costes. Esta reducción de los márgenes empresariales conlleva una disminución de la inversión y del empleo. La disminución del empleo reduce la masa salarial y, consecuentemente, la demanda de consumo; es decir, las ventas de las empresas inician una nueva espiral de menores ventas y un aumento de las pérdidas.

Se aplazan las compras

Se une a ello que la deflación hará que los consumidores y también los productores pospongan sus compras, a la espera de que los precios estén más bajos todavía. Como consecuencia las empresas disminuyen también sus inversiones. Todos estos comportamientos perversos generan una espiral que se autoalimenta de reducciones en la demanda de bienes de consumo y de inversión, caídas en el empleo, disminuciones en el crecimiento económico y nuevas bajadas en el nivel general de precios.

Aumentan las deudas

En la deflación, además, las deudas que las empresas tienen contraídas con los bancos se mantienen constantes pero al disminuir las ventas disponen de menos recursos para devolver esos créditos. Es decir, las deudas con los bancos aumentan relativamente, creando serios problemas a las empresas deudoras y por tanto al sistema financiero.

Esto fue lo que le ocurrió a Japón durante la década perdida de los años 90. Pero Japón no salió de la recesión porque cometió muchos errores de política económica: gasto público ineficiente, subir impuestos cuando debía bajarlos y, sobre todo, no puso en marcha un programa de rescate del sector bancario hasta bien avanzada la década.

¿Qué se puede hacer para prevenir la deflación?

¿Pueden los gobiernos ayudar algo a que se evite la deflación? La respuesta es que sí, pueden y deben hacerlo. ¿Cómo? 1) Con políticas fiscales expansivas, es decir, con reducciones de impuestos y aumento del gasto público productivo (educación, formación profesional, I+D+i, infraestructuras de transporte y telecomunicaciones, etc.) financiados con incrementos de deuda pública y 2) Facilitando a las empresas y familias crédito abundante y barato. No se puede olvidar que estamos en una situación de importante restricción crediticia (credit crunch) y que los posibles compradores difícilmente pueden obtener financiación lo que evidentemente reduce la demanda agregada.

Conclusión

Con los mercados de financiación bastante cerrados, con contracción en la demanda de consumo y con las expectativas empresariales deprimidas, si no intervienen las autoridades económicas, con política expansivas, nos iremos hacia una deflación y lo que es peor a una depresión económica global.

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